24/11/2020
“LO QUE APRENDIMOS”
Mi Opinión
Hace 22 años exactos en 1998, un fenómeno tropical de grandes dimensiones al que el Centro de Huracanes, denominó Huracán Mitch, nos golpeó de tal forma que nos destruyó de norte a sur y nos exhibió ante el mundo entero como el segundo país más vulnerable a los desastres naturales, debido a que nos encontramos en medio de la trayectoria de esta manifestación de la naturaleza, que sirve para enfriar al planeta.
Estos cambios naturales, influyen aunque no lo queramos aceptar en la vida del planeta Tierra, un cuerpo celeste que tiene vida propia y que se defiende de la mala planificación humana, quienes además de deforestar su tierra, construyen a lo largo y ancho de ríos y quebradas, quitandole espacio a sus vertientes y volviéndolas ferozmente peligrosas a la hora de la formación de una Depresión, Tormenta Tropical u Huracán, los que son medidos de acuerdo a su peligrosidad de 1 a 5 en escala Zaffir-Simpson.
“Despues del agua, después del agua aprendimos que la naturaleza llena de vida tiene maneras de contestar, cuando el abuso llegó al extremo, nos dimos cuenta qué hay consecuencias si nadie piensa en reforestar. Reconstruir no tiene sentido, sino pensamos en renacer, necesitamos cambios profundos si un país nuevo queremos ser. El compromiso de un nuevo pactó un nos prepare como Nación, reforestando las cuencas de los ríos y reforestar las del corazón” recomendaba con su bella canción Guillermo Anderson (QDDG).
La mayoría de los que hemos trabajado en proyectos de reforestación sabemos que cada árbol retiene de 200 a 300 litros de agua, detienen la fuerza del agua, la absorben, y permiten el proceso de filtración. También aprendimos que un árbol cura muchos males urbanos, pues cada planta mayor a los 2, 3 o más metros de altura quita hasta 20 kilos de dióxido de carbono al año y produce 15 litros de oxígeno, dependiendo de su tamaño y su variedad,
En los terrenos, la cobertura de plantas y árboles actúa como una esponja que hace que el agua no se escurra tan fácilmente, sino que se absorba lentamente, eso alimenta los mantos freáticos y, en consecuencia, los arroyos y cuerpos de agua para la época de seca.
Si quitamos la cobertura vegetal, como sucede con la deforestación, el escurrimiento es superficial e inmediato y el agua nunca llega a las raíces profundas de los árboles, por el contrario, se precipita sin control sobre la superficie del suelo acentuando, por un lado, la deforestación, y por otro, las inundaciones y catástrofes como las que hemos vivido en los últimos días, causadas por la creciente de ríos, quebradas y arroyos.
La fórmula ya está diseñada, sólo necesitamos la voluntad para hacerlo, tal y como lo logramos en San Juancito, una aldea del Distrito Central, fuertemente dañanda y destruida por Mitch, donde con el apoyo de la comunidad, Alcaldia Municipal, Fuerzas Armadas, Ministerios de Ambiente y Educación, ONGs amigas y la Asociación de Periodistas Ambientalistas de Honduras, que dirigía Lola Valenzuela, logramos sembrar en la ladera más de 60 mil árboles, de tal manera que este año a pesar de Eta y la tormenta tropical Iota, esa comunidad no reportó ningún deslizamiento o problema.
Que esperamos Honduras, necesita renacer de nuevo y reverdecer sus cuencas y micro-cuencas, tal como nos lo recomienda el escritor y naturalista español Joaquin Araujo “Quien planta árboles está al lado de la eternidad. Nuestra codicia legítima de aumentar los bosques es la búsqueda de una humanidad más humana”.