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Nuestra historia
El Programa Regional “Igual valor, iguales derechos” busca impactar de manera positiva la vida de 5 millones de mujeres trabajadoras del hogar hasta el 2020 en 6 países: Ecuador, Guatemala, Honduras, Colombia, México y Brasil. Para ello, el programa se enfoca en acciones de incidencia política, articulación con las organizaciones nacionales y globales de trabajadoras del hogar, con organizaciones internacionales y regionales afines al tema, y en estrategias de comunicación de alcance nacional/regional para la sensibilización y cambio de comportamiento de los empleadores buscando la valoración del trabajo doméstico. En el 2030, esperamos impactar la vida de 10 millones de trabajadoras del hogar.
El trabajo doméstico remunerado es uno de los menos valorados y retribuídos aunque contribuye a la reproducción social y mantenimiento de la fuerza de trabajo y es, por tanto, un ámbito clave para la marcha de la sociedad y la economía nacional. A pesar de ello, es uno de los menos regulados, valorados y pagados; así como quienes trabajan en ello.
En América Latina, hay 19 millones de trabajadoras y trabajadores que desempeñan sus actividades remuneradas en un hogar privado y representan alrededor del 7% de la ocupación urbana regional (Organización Internacional del Trabajo-OIT. 2012). Según la OIT, en América Latina se encuentra el 37% del trabajo doméstico en el mundo y el mismo es un fenómeno eminentemente femenino y urbano. Las mujeres son alrededor de 95% de la fuerza laboral doméstica en América Latina. Esta es no solo una ocupación básicamente femenina, sino que además, desde el punto de vista cuantitativo, es la más importante para las mujeres de la región: el 15.3% de las mujeres ocupadas en la región se desempeña como trabajadora doméstica remunerada. Detrás de esta actividad es frecuente no sólo la afectación de los derechos laborales, sino además la violación de derechos humanos, la violencia en todas sus formas, y la trata de personas. 8 de cada 10 trabajadoras del hogar en la región afirman haber sido víctimas de algún tipo de violencia en sus lugares de trabajo. En la mayoría de los países de la región, el servicio doméstico es la puerta de entrada al mercado del trabajo para las mujeres más pobres, con menor nivel de educación y que viven en un entorno de mayor exclusión social. Cabe señalar que el trabajo doméstico conlleva ingresos bajos y ha sido fundamental en la región para facilitar la inserción laboral de muchas mujeres de sectores de ingresos medios y altos, que contratan apoyo doméstico ante la insuficiencia de políticas de conciliación entre el trabajo y la familia en sus países. A pesar del inmenso aporte que hacen las trabajadoras del hogar al cuidar de millones de familias en el continente, el salario promedio en América Latina para este tipo de trabajo está solamente entre los 100 y 178 dólares al mes, menos de la mitad de lo que se necesita para cubrir el costo de la canasta familiar básica en la región (680 dólares). En el caso del trabajo remunerado del hogar, hasta el 2013 la tasa de informalidad en el mismo era del 77.5%. La mayoría de trabajadoras domésticas no están afiliadas al seguro social ni protegidas por el Código del Trabajo. En el caso de las mujeres desempleadas o subempleadas aquellas que están en mayor riesgo de ver afectados sus derechos humanos son las mujeres refugiadas o migrantes; en América Latina las trabajadoras del hogar representan hasta el 60% de los migrantes internos y transfronterizos. A nivel interno, es común que las mujeres indígenas y afro-descendientes migren a las grandes ciudades en busca de trabajo y otras oportunidades de desarrollo personal y social.