26/11/2025
Cómo psicóloga feminista
Hoy, 25 de noviembre, levanto la voz no para dividir, sino para nombrar lo que históricamente se ha callado: la violencia de género que atraviesa cuerpos, historias, generaciones y territorios.
Como mujer, como madre, como psicóloga, docente, feminista y como creadora de este Club de Lectura que ha crecido gracias a la fuerza colectiva de tantas mujeres, hoy quiero hablarles desde un lugar profundo: el de la verdad, el de nuestra historia y el de nuestra esperanza.
Este día se hizo para visibilizar.
Para recordar a las que ya no están,
y para acompañar a las que todavía luchan por salir de ciclos dolorosos.
Se hizo para reconocer que la violencia no solo es física: también duele en la palabra que humilla, en el silencio que aísla, en el control disfrazado de amor, en el miedo de hablar, en el “aguanta” que tantas veces nos dijeron.
En mi trabajo como psicóloga he visto de cerca las heridas invisibles que dejan esas violencias: el miedo, la culpa, la vergüenza, la idea equivocada de que “yo me lo busqué”.
Y como madre, sé que cada paso que damos hoy es un camino que abrimos para nuestras hijas y para las mujeres que vienen detrás de nosotras.
Como mujer, he vivido en un mundo que aún exige que nos expliquemos, que nos justifiquemos, que pidamos permiso para existir.
Y como fundadora del Club de Lectura, he visto cómo la palabra compartida, la lectura, el pensamiento crítico y la sororidad pueden convertirse en refugio, sostén y motor de cambio.
Hoy más que nunca necesitamos redes de apoyo. Necesitamos espacios donde podamos hablar, llorar, sanar, pensar, decidir y reconstruirnos sin miedo. Necesitamos comunidades donde sepamos que no estamos solas, donde la mano que se tiende es un acto político, amoroso y profundamente humano.
El 25 de noviembre nos recuerda que la violencia de género no es un problema individual… es un problema estructural.
Y que enfrentarlo no es responsabilidad de una sola mujer, sino de todas, de todos y de todes.
Por eso, hoy honro a cada mujer que ha sobrevivido, a cada mujer que ha acompañado, a cada mujer que ha alzado la voz, y a cada mujer que ha creado espacios seguros para otras.
Desde este club, desde este espacio de lectura, reflexión y sororidad, reafirmo mi compromiso:
seguir acompañando, seguir nombrando, seguir educando y seguir tejiendo redes que sostengan a quienes lo necesitan.
Porque cuando una mujer alza la voz, no solo habla por ella…
habla por todas las que alguna vez no pudieron hablar.
Hoy decimos alto y claro:
Ni una menos.
Nos queremos vivas, libres y sin miedo.
Y no es un deseo: es una exigencia.
Gracias por ser parte de esta red que protege, abraza, acompaña y transforma.
Sigamos juntas, porque juntas… somos más fuertes.