11/12/2025
Porque todo sistema necesita máscaras para permanecer firme.
La máscara no es un accesorio; es el cemento.
Es el acuerdo tácito de que interpretaremos roles, no seres.
Pero cuando dos seres bajan sus defensas al mismo tiempo,
cuando los escudos caen en sincronía y no por colapso,
la simulación se suspende.
Las narrativas pierden autoridad.
Y lo real , lo verdaderamente real, aparece con una fuerza tan abrupta
como si emergiera de otra dimensión,
una fuerza que nada puede contener.
Un sistema puede sobrevivir a la guerra, al caos, a la revuelta.
Porque la guerra, el caos y la revuelta son parte de su gramática.
Son narrativas reconocibles, roles extremos pero predecibles.
Pero un sistema no puede sobrevivir a un instante de autenticidad compartida.
Porque ese instante no tiene rol, no tiene máscara, no tiene narrativa útil.
Es un silencio en el lenguaje del poder.
Es un agujero negro en el mapa de lo controlable.
Darak y Cathy no crearon una revolución.
No derribaron un régimen.
Simplemente, en un punto ciego del sistema,
sus miradas se encontraron sin permiso.
Y en ese cruce, por un instante,
el mundo de los personajes dejó de existir.
Eso no los hizo héroes.
Los hizo anómalos.
Y en un universo que ordena y clasifica,
la anomalía auténtica
es la única forma de libertad
que el sistema no puede falsificar,
ni comprar,
ni prohibir sin admitir su propia ficción.
Porque prohibir lo real
es confesar que todo lo demás
es un truco.