14/10/2025
Casi todas las relaciones afectivas íntimas de alguna duración entre dos personas (matrimonio, amistad, amor paterno/filial) dejan un depósito de sentimientos hostiles que precisa, para escapar de la percepción, del proceso de represión.
Siempre que dos familias se unen por un matrimonio, cada una de ellas se considera mejor y más distinguida que la otra. Dos ciudades vecinas serán siempre rivales, y el más insignificante cantón mirará con desprecio a los cantones limítrofes. Los grupos étnicos afines se repelen recíprocamente; el alemán del Sur no puede aguantar al del Norte; el inglés habla despectivamente del escocés, y el español desprecia al portugués. La aversión se hace más difícil de dominar cuanto mayores son las diferencias.
Cuando la hostilidad se dirige hacia personas amadas se trata de una ambivalencia afectiva.
Los sentimientos de aversión surgen sin problemas hacia personas extrañas, es la expresión de un narcisismo que tiende a afirmarse. Esta conducta de los hombres revela una disposición al odio y una agresividad, a las cuales podemos atribuir un carácter elemental.