26/10/2025
Hay inflamaciones que no nacen del azúcar ni del gluten, sino de la falta de ternura.
De los abrazos que nunca llegaron, de los “te quiero” que se quedaron en la garganta de alguien que te debía calma.
Cuando el cuerpo siente ausencia de afecto, el sistema nervioso entra en modo defensa.
El cortisol se eleva, el sistema inmune se confunde, los tejidos se inflaman, y lo que biológicamente debía ser protección… se convierte en autolesión silenciosa.
El cuerpo interpreta el abandono como una herida física.
Cada célula tiene memoria emocional: percibe la soledad como peligro y libera señales inflamatorias para mantenerse alerta.
Pero cuando esa alerta se vuelve constante, la inflamación deja de ser protección y empieza a ser lenguaje.
Y ahí es donde la biología habla:
en la piel que reacciona, en el intestino que se irrita, en el cansancio que no se quita.
No es solo estrés, es hambre de contacto.
Porque el sistema nervioso no se regula con suplementos, sino con presencia, con mirada, con ternura.
Hay dolores que no se curan con fármacos, sino con abrazos sostenidos hasta que el cuerpo entienda que ya no está solo.