12/08/2016
1. Evitas juzgar a otros
Cada persona tiene que recorrer su propio camino. Hay quienes llegan a ciertos puntos antes que otros; hay quienes demoran más en entender ciertas cosas; no todos vivimos lo mismo al mismo tiempo. Y cuando nos damos cuenta de esta singularidad en los procesos de cada persona, entonces ya no hay razón para juzgar a otros y tampoco a nosotros mismos, pues cada cual vivirá lo que tenga que vivir cuando le toque y pueda vivirlo.
2. Eres sensitivo/a, pero no reactivo
Todos sentimos las emociones propias y las de los demás, pero la diferencia es cómo respondemos a ellas. En muchos casos, nuestra reacción inmediata es dejarnos llevar por esa emoción, dejar que nos inunde y nos arrastre. En contraste, las personas con un sentido de la espiritual desarrollado se caracterizan por sí sentir la emoción, pero no dejar que la emoción lo cubra todo. Sentir tristeza o alegría o felicidad pero entender que ellos no son totalmente esa tristeza o esa alegría o esa felicidad. Que estas son una emoción, un momento, una parte de todo lo demás.
3. Enseñas naturalmente
Un maestro auténtico está enseñando siempre. Con sus palabras y con sus actos, en una plática amistosa o en una clase con todas las formalidades. Hay personas a quienes podemos escuchar apenas unos minutos, o mirar cómo se conduce en la vida, y eso nos basta para aprender algo crucial, que no podríamos haber encontrado en otras circunstancias.
4. Eres todo/a amor
Sí, sabemos que suena un poco cursi, pero esa es la realidad. El cultivo de la espiritualidad es, en buena medida, el cultivo del amor, su ejercicio, el entendimiento de que a diferencia de lo que creemos, el amor no se “da” únicamente a una pareja, a un hijo o a una mascota, sino que en realidad está en todo lo que hacemos. Vivir es indisociable de amar.
5. Descrees de la posesión
¿Qué nos pertenece en realidad? ¿Qué es lo verdaderamente importante? Responder a estas preguntas es percatarse que muchas de las cosas a las cuales nos sentimos ligados, o sobre las cuales creemos que tenemos “propiedad”, en realidad o no son nuestras o no son realmente importantes. Y entonces es posible desprendernos de ellas.
6. Respetas la vida
Es posible que incluso esto que creemos “nuestra” vida no sea tal. Es posible que nosotros mismos seamos apenas un instante, un fragmento, de otro gran flujo que recorre todo lo demás que también existe, respira y participa de este mismo momento.