18/11/2025
A muchos se les olvida, pero en 1967 ocurrió una escena que definió para siempre el carácter de Gabriel García Márquez, mucho antes de ganar premios, fama y reconocimiento mundial.
Gabo estaba en Ciudad de México, completamente quebrado.
Vendió su coche, empeñó su máquina de escribir y aun así apenas tenía para alimentar a sus hijos mientras terminaba Cien años de soledad.
Un día, caminando rumbo al correo para enviar el manuscrito a la editorial, se encontró con un mendigo borracho tirado en la calle, temblando de frío.
La mayoría de la gente lo esquivaba con asco.
Ni siquiera lo miraban.
Pero Gabo se detuvo.
El mendigo lo insultó, le gritó incoherencias… aun así García Márquez se quitó el abrigo —su único abrigo— y lo cubrió con él.
Cuando su esposa le preguntó por qué lo había hecho, él respondió:
—Porque hoy yo tengo fuerza. Él no. Y cuando uno tiene fuerza, la usa para levantar, no para humillar.
El hombre jamás supo quién lo había ayudado.
Nunca supo que ese extraño que le ofreció algo en un momento de miseria se convertiría en uno de los escritores más importantes de la historia.
Pero Gabo sí sabía algo:
la dignidad no se negocia. Ni se mira desde arriba. Se comparte.
🌱 Enseñanza poderosa
La humildad no es ser pequeño…
Es recordar que todos somos humanos.
Ayudar no te hace menos; te hace más.
Mirar por encima con soberbia es fácil;
inclinarte para levantar a otro exige grandeza.
Si hoy tienes fuerza, úsala para construir.
Si hoy estás arriba, recuerda que nadie permanece ahí para siempre.
Y si un día te toca caer, solo los humildes tendrán manos dispuestas a levantarte.