14/06/2025
Mi Chica Colibrí
Ella no fue flor.
Fue cielo.
Y el colibrí no vuela hacia flores…
vuela hacia el cielo que lo deja ser.
Llegó como llegan las cosas que no se explican:
rápida, brillante, imposible de mirar dos veces sin temblar.
Se posó en mi pecho,
y con solo mirarme, me convirtió en jardín.
Me enseñó que la vida no se pide.
Se toma.
Que el amor no se encierra.
Se libera.
Y que volar lejos no siempre es abandonar,
a veces es sobrevivir.
Me dijo:
“Un día me iré.”
Y lo hizo.
Como quien cumple un poema que se escribe con las alas.
Desde entonces, no cierro la puerta,
ni la boca,
ni el corazón.
No la molesto.
No la llamo.
No la busco.
Pero cuando pasa, cuando me mira,
cuando me cuenta cómo le va…
algo en mí florece.
Como si su vuelo todavía regara los lirios secretos que crecen en mi nombre.
Y si alguien pregunta si aún la amo,
no respondo.
Solo escribo.
Porque los locos no olvidamos.
Guardamos.
En el pecho.
En los sueños.
En cada letra que arde por no decir su nombre.
Porque verla libre me salva un poco.
Porque saber que vuela me basta,
aunque su vuelo no regrese.
Mi chica colibrí…
no nació para ser jaula,
ni ancla,
ni promesa.
Nació para florecer en pleno aire.
Para volar hacia todo lo que soñó ser.
Y si algún día vuelve,
no será por nostalgia,
ni por culpa,
ni por deuda.
Será porque quiso.
Porque aún recuerda el jardín donde un loco,
un poeta,
le escribió con el alma abierta
y la dejó partir
sin cerrarle la puerta.
Este poema tiene dueña…
la misma que un día besó al loco del jardín
y sin saberlo,
le dio palabras para toda la vida.
Y aunque jamás lo firme con su inicial,
tú sabrás que es tuyo,
porque solo tú, besándome como si aún me amaras,
podrías hacer que mis palabras encuentren por fin a su dueña.