28/07/2025
BRUXISMO: CUANDO APRETAR LOS DIENTES MIENTRAS DUERMES PONE EN RIESGO TU CEREBRO, TU CORAZÓN… Y TU CALMA
Amaneces con dolor en la mandíbula. Los dientes están sensibles, la cabeza late con un peso sordo, y sientes que no dormiste, sino que pasaste la noche peleando con algo invisible. Lo curioso es que tú no lo notas, pero mientras duermes, tu cuerpo lo hace: aprieta, rechina, tensiona… noche tras noche. Así actúa el bruxismo, un hábito involuntario que parece un simple problema dental, pero que tiene repercusiones profundas en tu sistema nervioso, en tu salud cardiovascular y en tu equilibrio emocional.
El bruxismo es más que una “manía nocturna”. Es una manifestación física del estrés, la ansiedad o el desequilibrio neurológico, en la que los músculos de la mandíbula se contraen con tanta fuerza que pueden dañar el esmalte dental, causar dolor facial crónico, provocar migrañas, trastornos del sueño e incluso afectar la alineación del cuello y la postura. Pero lo más alarmante es lo que ocurre dentro del cuerpo… más allá de los dientes.
Cada episodio de bruxismo activa el sistema nervioso simpático, el encargado de las respuestas de alerta. El cuerpo interpreta el apretamiento como una forma de estrés físico, y responde con aumento de la frecuencia cardíaca, presión arterial elevada y liberación de cortisol. Cuando esto ocurre noche tras noche, el sistema cardiovascular empieza a resentirse: hay más riesgo de arritmias, microdespertares que fragmentan el sueño, y una fatiga constante que altera el equilibrio entre cuerpo y mente.
Además, esta tensión repetida puede alterar la irrigación cerebral, contribuir a cuadros de ansiedad diurna, y deteriorar la calidad del sueño profundo, afectando los procesos de memoria, reparación celular y regulación emocional. Muchas personas con bruxismo severo despiertan con ansiedad, sin saber que fue su propio cuerpo el que pasó horas luchando en la oscuridad.
Las causas son múltiples: desde altos niveles de estrés, traumas emocionales no resueltos, consumo de cafeína o alcohol, hasta trastornos neurológicos o efectos secundarios de ciertos medicamentos. Y muchas veces, la persona no lo descubre hasta que alguien escucha el rechinar… o hasta que el cuerpo empieza a dar señales de colapso.
El tratamiento requiere un enfoque integral: férulas dentales para proteger los dientes, terapia psicológica para manejar el estrés, fisioterapia para relajar la musculatura y, en algunos casos, apoyo farmacológico. Pero sobre todo, requiere reconocer que lo que ocurre en la boca… empieza mucho antes, en la mente.
Porque el bruxismo no es solo cuestión de dientes. Es el lenguaje del cuerpo que, mientras tú duermes, grita todo lo que callaste durante el día. Y si no lo escuchas a tiempo, ese apretón silencioso puede dejar marcas no solo en tu sonrisa… sino en tu corazón, en tu cerebro y en cada parte de ti que solo quería descansar en paz.