02/12/2025
A veces creemos que para que los niños aprendan a hablar hay que ponerles canciones, caricaturas o videos “educativos”.
Pero el lenguaje no se aprende mirando una pantalla.
Se aprende mirando una cara.
Escuchando una voz.
Jugando, repitiendo, riendo, esperando una respuesta.
Y cuando quitamos las pantallas, muchos papás se quedan con la duda:
“Entonces, ¿qué sí hago para estimular su lenguaje?”
De eso se trata justo esto.
Háblale mirándolo a los ojos
Ponte a su altura, dile algo y espera que te conteste aunque sea con un sonido o una mirada.
Esa espera enseña turnos, atención y conexión.
Cuéntale lo que pasa
Mientras lo vistes o cocinas, háblale de lo que haces.
“Ahora te pongo la camiseta, es azul, entra por la cabeza.”
Así entiende las palabras dentro de una rutina real y significativa.
Si dice una palabra, complétala
Si dice “agua”, respóndele “sí, quieres agua fría, en tu vaso azul”.
Con eso le das más vocabulario y estructura sin presionarlo.
Ofrece opciones, no órdenes
En vez de “¿quieres fruta?”, dile “¿plátano o manzana?”.
Lo invitas a participar y usar palabras, no solo a señalar.
Lean juntos un ratito todos los días
Cinco minutos son suficientes.
No necesita leer: basta con ver imágenes, señalar, inventar lo que pasa.
Los libros siguen siendo de las herramientas más potentes para el lenguaje.
Canten y jueguen con las palabras
Las canciones y rimas ayudan a aprender sonidos, ritmo y memoria.
Además, la música hace más fácil repetir y anticipar palabras.
Usa gestos o señas simples
Los gestos no atrasan el habla.
Ayudan a que se comunique antes y entiendan mejor el significado de cada palabra.
Jueguen a imitar y a inventar historias
Dar de comer a un muñeco, bañar al osito, “dormir” al coche.
Ese tipo de juego es donde el lenguaje se vuelve creativo y espontáneo.
Repite frases en las rutinas
“Vamos a dormir”, “a comer”, “manos limpias”.
La repetición dentro de rutinas fijas crea comprensión y después expresión.
Habla claro y despacio
Frases cortas, tono tranquilo.
“Este es tu vaso.”
“Vamos al baño.”
Así se le hace más fácil distinguir las palabras y sus sonidos.
Habla también de emociones
“Te enojaste porque se acabó el juego.”
“Te dio risa cuando te salpicó el agua.”
Nombrar lo que sienten les da herramientas para expresarse mejor más adelante.
Al final, el lenguaje no aparece por arte de magia. Aparece cuando alguien está ahí: hablando, escuchando, mirando, respondiendo.
Los niños no necesitan más pantallas, necesitan más presencia.
Ahí, en lo cotidiano, es donde realmente se enciende el lenguaje.