18/11/2025
🔥💬 “Todas tenemos amigas víctimas… pero nadie tiene un amigo agresor.”
Y cada vez que lo escucho, algo en mí se enciende.
Porque no es casualidad.
No es coincidencia.
No es “mala suerte”.
Es un síntoma de un problema de salud pública que seguimos mirando de reojo.
La violencia contra las mujeres está en todas partes: en las casas, en las parejas, en los grupos de amigos, en las oficinas.
Pero cuando llega el momento de nombrar al agresor, de pronto todos desaparecen.
Nadie sabe.
Nadie vio.
Nadie conoce a “ese tipo capaz de hacer algo así”.
¿De verdad?
¿En serio creemos que la estadística se sostiene sola, como si la violencia fuera obra de fantasmas?
La realidad es mucho más incómoda:
los agresores no vienen de fuera, vienen de dentro del entorno.
Son amigos, compañeros, familiares.
Hombres que socialmente se perciben como “buenos”, pero que en la intimidad ejercen control, humillación, amenazas o golpes.
Hombres que muchos defienden porque “siempre ha sido buena onda”, mientras la víctima carga con la culpa, la duda y el miedo.
Y lo más doloroso:
el silencio colectivo es su mejor aliado.
La negación también.
La violencia no se va a detener por arte de magia.
Se detiene cuando dejamos de proteger a los agresores con discursos tibios y empezamos a nombrar las cosas por su nombre.
Cuando entendemos que no es un chisme, no es un pleito de pareja, no es “asunto privado”:
es salud pública.
Y sí, incomoda.
Pero el silencio mata más que cualquier incomodidad.
🧡