15/09/2025
Ámense mientras estén vivos. Nunca saben lo que puede traer el mañana…
El fin de semana pasado murió mi exmarido. Vivimos juntos siete años y nos divorciamos hace tres.
Parecía que, tras la separación, nuestros caminos se habían separado para siempre, pero hoy, cuando él ya no está, comprendo que una persona con la que compartiste tantos años nunca desaparece del todo de tu vida.
He llorado toda la semana. Lloré en silencio, lloré fuerte, lloré a escondidas. No lloraba solo por su muerte. Lloraba por nosotros, por esos años, por todo lo que quedó sin decir. Solo hoy, por primera vez, mis lágrimas cesaron. Y pensé: quizás esta historia no deba ser sobre él, ni sobre nuestro pasado, sino sobre todos nosotros, sobre los que todavía seguimos vivos.
Demasiado a menudo vivimos como si tuviéramos una eternidad por delante. Como si la vida fuera un maratón interminable y las personas a nuestro lado fueran a permanecer allí para siempre. Posponemos las palabras “te amo”, “te perdono”, “gracias”. Posponemos los abrazos porque “ya habrá tiempo”. Discutimos por tonterías, nos aferramos al orgullo, callamos cuando podríamos hablar. Y un día, el tiempo simplemente se detiene. Entonces comprendes que ya no existe ese “habrá tiempo”.
Cuando escuché que había mu**to, no se abrieron en mí las heridas del divorcio. No. Ante mis ojos aparecieron su risa, cuando podía reírse hasta las lágrimas por una simpleza. Sus manos, que por primera vez sostuvieron a nuestro hijo. Nuestras noches tranquilas, mirando una película, bebiendo té y guardando un silencio tan sereno, como si el resto del mundo no existiera. Eso fue lo que mi memoria conservó. No los rencores, no las peleas, no el silencio frío. Solo la sonrisa.
Y entonces volví a llorar. Porque entendí cuánto quedó sin decir. Cuántos abrazos no di. Cuántas veces pude haber dejado mi orgullo a un lado y no lo hice. Y ahora nunca tendré otra oportunidad.
La muerte me enseñó una verdad simple: nuestros rencores, nuestras discusiones, nuestras normas – nada de eso tiene peso alguno. Se quiebran como vidrio frente al silencio de la muerte. Porque lo único que permanece es el amor. Incluso si ese amor fue imperfecto, herido, apagado con el tiempo. Aun así, existe.
Pienso en la gente que hoy todavía tiene la oportunidad. Quizá estés enfadado con tu marido o tu esposa. Quizá hables con frialdad a tus hijos. Quizá no te atrevas a llamar a tu madre o a tu padre porque tu orgullo es más grande. Créeme: no hay nada más doloroso que darte cuenta de que ya nunca podrás decir lo que sí podrías haber dicho ayer.
Yo perdí a una persona que, lo quisiera o no, fue parte de mi vida. Pero ustedes todavía tienen a quienes están a su lado. No desperdicien el tiempo en silencios. No lo malgasten en la ira.
Hoy me pregunto: ¿qué significa amar? Y siento que amar significa no dejar pasar el momento. Decir “te amo” cuando el corazón lo siente. Decir “te perdono”, aunque sea difícil. Abrazar no por obligación, sino porque el calor de los brazos de otro ser humano vale más que cualquier otra cosa.
Si mi historia puede recordarle a alguien que el tiempo corre más rápido de lo que pensamos, entonces no habrá sido contada en vano.
Dile hoy, al menos a una persona, que la amas. Porque puede que el mañana no llegue.
Y ustedes… ¿les dicen a menudo a sus seres queridos cuánto los aman?
Autor anónimo