06/09/2025
Señales de alerta en profesionales de la salud mental:
Celebran o justifican regímenes autoritarios, militaristas o represivos, sin reconocer su impacto en la salud mental colectiva.
Defienden visiones biologicistas o esencialistas (por ejemplo, “energías masculinas y femeninas” como verdades universales).
Sostienen posturas transexcluyentes o niegan la existencia de las diversidades sexuales y de género.
Carecen de perspectiva de derechos humanos, minimizando o invisibilizando violencias estructurales (machismo, racismo, clasismo, LGBTfobia, capacitismo, etc.).
Reducen la salud mental a frases motivacionales del tipo “si lo crees, lo creas” o “todo está en tu mente”, ignorando factores sociales, económicos y políticos.
Culpan a las personas por su sufrimiento, sugiriendo que todo es resultado de una “falta de voluntad” o “poca resiliencia”.
Evaden debates políticos y sociales, asumiendo que la terapia debe ser “neutral” cuando en realidad esa neutralidad perpetúa las injusticias.
No reconocen el papel del trauma social y colectivo, centrándose solo en lo individual y desconectándolo del contexto.
Promueven estereotipos de género y roles rígidos, disfrazados de “consejos terapéuticos”.
No se actualizan en enfoques con perspectiva interseccional, ignorando avances en derechos, neurodiversidad y diversidad cultural.
Una psicología sin pensamiento crítico, sin perspectiva social y sin conciencia política no es neutra: se convierte en un engranaje más de las estructuras que sostienen la desigualdad, el control y la opresión.
Cuando un terapeuta ignora el contexto político, económico y cultural de la persona que acompaña, no solo limita el alcance de su intervención, sino que puede llegar a normalizar violencias y culpar a quien sufre.
Frases como “si quieres, puedes” o “todo está en tu mente” pueden sonar motivadoras, pero cuando son el centro del tratamiento, invisibilizan realidades complejas como la pobreza, el racismo, la discriminación, la violencia de género o la exclusión social.