14/11/2025
No sé en qué momento llegaste, ni por qué elegiste
nuestra puerta, no te invité, y sin embargo entraste
con tanta fuerza que moviste los cimientos de mi
vida. Al principio no te entendí, no entendía tus
silencios, tus límites, tus formas extrañas de decir
"estoy aguí". Te odié un poco, o mucho, te culpé de
todo lo que se rompía dentro de mí, de los sueños
que tuve que soltar, de las comparaciones, de las
miradas ajenas, de esa sensación de que el mundo
seguía girando y yo me había quedado quieta, en
una especie de vida paralela. Con el tiempo aprendí
a verte. No como una palabra fría en un informe,
ni como un enemigo invisible, sino como una
presencia que me obligó a mirar la vida de frente,
a frenar, a llorar sin pedir permiso, a amar de una
forma que nunca imaginé. Me hiciste madre de otra
manera, con una paciencia que no sabía que tenía,
con un cansancio que no tiene nombre y con una
ternura y amor que me desborda.
A veces todavía me rompes, cuando mi hijo se
esfuerza tanto por algo que a otros les sale sin
pensar, cuando el mundo parece demasiado
grande, demasiado rápido, demasiado injusto,
cuando me pregunto si sabrá, si entenderá, si será
feliz. Y ahí estás tú, recordándome que la felicidad
también puede tener otros idiomas, que hay risas
que no necesitan palabras, que hay abrazos que
curan más que cualquier terapia, que hay besos que curan el alma.
No te perdono, pero tampoco te odio ya.
Me robaste muchas cosas, sí, pero me diste otras que nadie más podría haberme enseñado. La capacidad de celebrar Io pequeño, la fuerza para seguir incluso cuando nadie aplaude. El amor sin condiciones, ese que no espera nada a cambio.
No eres bienvenida, pero ya eres parte de nosotros, y aunque a veces quisiera borrarte, también sé que sin ti, no existiría la versión de mí que ahora mira a su hijo y entiende que todo --ABSOLUTAMENTE TODO -- está valiendo la pena por verlo sonreír y ser más autónomo.
Así que quédate ahí, si quieres, pero recuerda: tú no mandas.
Porque mi hijo, con su manera única de estar en este mundo, te ha vencido mil veces sin darse cuenta.
Att. La mamá de Osqui con Síndrome Cohen+Epilepsia. 💜🧠