17/11/2025
Heridas de infancia: lo que callamos, pero sigue doliendo
Hay cosas que no recordamos con claridad,
pero nuestro cuerpo sí.
Las heridas de infancia no siempre vienen de grandes traumas;
a veces nacen del silencio, del “no llores”, del “sé fuerte”,
de sentir que tenías que ser perfecto,
o de aprender a cuidar a todos… menos a ti.
Con los años aprendemos a funcionar,
pero no siempre a sanar.
Y esas heridas se manifiestan así:
Relaciones donde cuesta confiar.
Miedo constante a decepcionar.
Explosiones emocionales sin explicación aparente.
Autocrítica dura e implacable.
Esa sensación persistente de “no soy suficiente”.
La terapia no borra la historia,
pero te enseña a mirarla sin dolor,
a cuestionar lo que un día creíste que era tu culpa,
y a construir nuevas formas de amarte y relacionarte.
Sanar no es olvidar.
Sanar es dejar de vivir desde la herida
y empezar a vivir desde tu verdad.
Y es importante recordarte a ti mismo:
Merezco entenderme.
Merezco sanar.
Merezco estar bien.
Psic. Lluvia Najar