24/10/2025
Muchos adolescentes no explotan con quien les hiere…
Explotan con quien sienten que no los va a abandonar.
A veces te preguntas:
¿Por qué me grita a mí si yo soy quien más lo cuida?
¿Por qué me habla mal a mí si soy quien más lo escucha?
La respuesta no es castigo.
Es vínculo.
Es dolor no resuelto que descarga donde se siente más seguro.
Cuando hay una relación de pareja dañada, muchas veces el adolescente no enfrenta al que más daño causa, sino al que más aguanta sin romperse.
Porque sabe —a veces inconscientemente— que tú, aunque te grite, no lo dejarás.
Porque tú le diste estabilidad, contención, presencia.
Y ahora que todo está temblando, él descarga sobre ti lo que no se atreve a soltar frente al otro adulto.
Esto no es justo.
Tampoco significa que debas aguantarlo todo.
Pero comprenderlo cambia la forma en que lo enfrentas:
Tu hijo no está “en tu contra”.
Tu hijo está perdiendo el control en el único lugar donde aún siente que alguien lo contiene.
Te explota porque contigo no necesita disfrazar el dolor.
Porque su herida, aunque te golpee, confía en que tú no la vas a abandonar.
No confundas rebeldía con grito de auxilio.
No confundas desobediencia con desahogo emocional mal canalizado.
Tú puedes poner límites, claro.
Pero hazlo desde la conciencia de que no eres su enemigo…
Eres su refugio más herido.
Los adolescentes atacan al que sienten que siempre está.
Al que no se va.
Al que resiste.
Si tu pareja es distante, crítica, o conflictiva contigo…
tu hijo lo percibe.
Y sin darse cuenta, te convierte en receptor de una rabia que no es toda tuya.
Por eso es tan importante que no lo tomes todo como personal.
A veces el conflicto entre tú y tu pareja no solo hiere a tu hijo…
lo pone en tu contra.
Y aún así, no tires la toalla.
Porque lo que parece odio… es dolor. Sigue a AbueloEduca
Y lo que parece rechazo… es amor atrapado detrás de una muralla.