30/10/2025
“Te extraño, y vives en mí”
Te extraño.
No con esa nostalgia romántica que idealiza el pasado, sino con el dolor sereno de quien ha comprendido que la presencia no siempre necesita cuerpo.
Te extraño en mis gestos, en mis pensamientos, en los lugares donde todavía estás aunque ya no llegues.
A veces me sorprendo hablando contigo en silencio.
Como si mis palabras siguieran buscando tu oído.
Hay días en que tu nombre se me escapa sin querer, y al pronunciarlo, todo se llena de una tristeza dulce, de esas que acarician y duelen al mismo tiempo.
Vives en mí.
En los recuerdos que no envejecen, en las imágenes que se resisten a desvanecerse, en la risa que aún me nace al pensar en tus bromas tontas, en la forma en que me mirabas como si el mundo se detuviera.
No estás, pero sigues siendo mi pausa, mi pensamiento intermitente, mi lugar sagrado.
El psicoanálisis dice que el duelo no borra, transforma.
Y sí, has dejado de ser un cuerpo afuera para volverte presencia adentro.
Habitas mis sueños, mis silencios, mis decisiones, como si desde otro tiempo me siguieras mirando.
Te has vuelto símbolo, raíz, huella.
Eres lo que me recuerda que amar deja marcas que ninguna muerte puede arrancar.
Te extraño, pero ya no desde la carencia.
Te extraño desde el reconocimiento: fuiste amor, y sigues siéndolo, aunque ahora solo existas en la memoria que me sostiene.
Hoy no quiero olvidarte, quiero recordarte con ternura.
Porque lo que vivimos no se fue: cambió de lugar.
Y mientras yo siga respirando, vivirás en mí, en los recuerdos, en ese espacio invisible donde las almas se reconocen más allá de la despedida.
Psicóloga María Dolores