26/11/2025
¿Alguna vez te has preguntado sobre la importancia de las rutinas? Desde el Conductismo Radical, una rutina no es una “obligación moral”, ni una “estructura rígida”, sino un patrón de respuestas organizadas cuya función es reducir variabilidad aversiva, ahorrar energía conductual y generar consecuencias estables. Las rutinas emergen cuando un conjunto de conductas es repetido, reforzado y encadenado de forma tal que se vuelve altamente disponible en el repertorio del individuo.
En AFC (analisis funcional de la conducta), la rutina se observa como una cadena de respuestas (hábitos) que producen resultados consistentes. En ACT, estas cadenas pueden convertirse en acciones comprometidas, siempre que estén alineadas con valores personales y mantengan flexibilidad contextual.
Rutinas, hábitos y repertorios conductuales:
Repertorio conductual: todo lo que la persona puede hacer dada su historia de aprendizaje.
Hábito: conducta reforzada tantas veces que se vuelve económica (bajo costo energético).
Rutina: secuencia organizada de hábitos que produce un resultado funcional: salir de casa, preparar alimentos, dormir, concentrarse, etc.
Mientras más estable es la rutina, menos demanda ejecutiva hay, y más disponible queda el repertorio para enfrentar situaciones nuevas sin saturarse.
Pros de tener rutinas funcionales:
-Disminuyen incertidumbre y agotamiento decisional.
-Mantienen reforzadores naturales: sueño, comida, orden, movimiento.
-Favorecen regulación emocional al reducir caos contextual.
-Permiten predecir consecuencias y planear conductas con menos error.
-Facilitan coherencia con valores (ACT): actuar aunque haya molestia interna.
-En trauma, ansiedad y estrés crónico: proveen anclaje y sensación de seguridad.
Ejemplos:
Consultante con ansiedad: cambia la rutina de despertar con redes por 1) agua, 2) baño, 3) agenda. Menos saturación, más eficiencia.
Consultante con depresión: rutina mínima matutina (baño–ropa–luz solar). Disminuye evitación.
Contras de no tener una rutina (o tener una inconsistente):
-Aumenta la variabilidad caótica, difícil de manejar.
-Se incrementan conductas de evitación inmediata: procrastinación, scroll, comida emocional.
-Se pierde acceso a reforzadores clave (sueño, estructura, claridad).
-Aumenta la probabilidad de episodios de desregulación emocional.
-Mayor agotamiento mental por decisiones constantes.
-Incremento de “incendios” diarios: llegar tarde, olvidar cosas, improvisar bajo estrés.
Cuando una persona afirma que “no le gustan las rutinas”, casi nunca se refiere a la rutina como fenómeno conductual, sino a su historia de aprendizaje asociada a rutinas específicas.
Tres interpretaciones funcionales comunes:
1. Rutina asociada a castigo o control coercitivo:
Personas que crecieron con obligaciones rígidas, críticas o exigencias extremas aprenden a asociar “rutina” con pérdida de libertad o aversión.
Efecto adverso: rechazar estructura útil por evitar recordar contextos coercitivos.
2. Alta sensibilidad a la variabilidad y búsqueda de novedad:
Individuos con repertorios más orientados a la exploración pueden sentir que la rutina reduce reforzadores novedosos.
Efecto adverso: saturación, errores repetidos, agendas dispersas, frustración por inconsistencia.
3. Historia de evitación experiencial (ACT):
“No me gustan las rutinas” puede significar:
“No quiero enfrentar la incomodidad que surge cuando inicio algo constantemente.”
Ejemplo: incomodidad al despertar temprano, al organizar, al planear.
Efecto adverso: vivir a merced del impulso momentáneo → más ansiedad, culpa y caos.
¿Qué efectos adversos trae vivir sin rutinas estables?
-Volatilidad emocional: el ambiente dicta la conducta, no el valor personal.
-Dificultad para sostener metas: cada día empieza desde cero.
-Evitar estructura se vuelve reforzante, pero el precio es alto: desorden, estrés y sensación de “fracaso”.
-Círculo de evitación: evito rutinas → aparece caos → surge ansiedad → evito más → más caos.
Cómo adaptar rutinas en intervención clínica (AFC + ACT):
1. Encadenamientos progresivos:
Crear rutinas divididas en pasos pequeños, reforzadas uno a uno.
Ejemplo: “quiero ordenar mi cuarto” -> empezar solo con guardar ropa sucia.
2. Rutinas alineadas a valores (ACT):
Nunca imponer rutinas “correctas”:
Valor: salud -> acción comprometida diaria: caminar 5 minutos.
Valor: calma -> rutina de transición al descanso.
3. Flexibilidad contextual:
En ACT:
Rutina = estructura funcional
Rigidez = evitación disfrazada de control
Se enseña a modificar sin perder dirección.
4. Manejo de evitación experiencial:
Antes de romper la rutina por malestar interno:
pausa breve
notar la sensación
retomar la acción elegida.
5. Rutinas mínimas para depresión, ansiedad o trauma.
Un “andamiaje conductual mínimo”:
Levantarse
Higiene
Luz solar
Algo de alimento
Genera contacto con reforzadores naturales y reduce inercia.
Las rutinas no son “cuadradas” ni “militares”: son tecnologías conductuales que estabilizan el ambiente, reducen caos y permiten acciones más coherentes con los valores personales.
Evitar las rutinas puede sentirse reforzante a corto plazo, pero a largo plazo suele producir variabilidad caótica, agotamiento y desregulación.
Cuando las rutinas son funcionales, flexibles y guiadas por valores, se convierten en uno de los recursos más potentes para regular la vida diaria.