25/11/2025
Recomendaciones Neith 🍿✨Frankenstein de Guillermo del Toro
A veces veo una película sin expectativas… casi con emoción de niña. Y así fue con esta. Y quizá por eso me dejó tan tocada: porque me permití asombrarme.
Sé que Frankenstein tiene mil formas de analizarse, pero a mí me movió algo más sencillo y, a la vez, más profundo: la historia de un padre y un hijo… y la herida que nace cuando ese lazo nunca se construyó.
Víctor carga un trauma tempranísimo: la pérdida de su mamá. Ese vacío que deja una madre cuando se va demasiado pronto marca la forma en que se toma la vida, y también la forma en que se ama. Él nunca logró acomodar ese dolor. Y ahí, justo donde había una herida abierta, también falló el padre: distante, frío, incapaz de ofrecer un sostén emocional cuando más se necesitaba.
Así se forma un apego frágil, temeroso, lleno de expectativas que nunca se cumplen.
Desde ese lugar roto, Víctor crea vida. No desde el amor… sino desde la carencia. Desde la ilusión de “demostrar algo”, de ser mejor que su propio padre, de llenar un vacío que nunca se cerró.
Y entonces nace este ser que, lejos de ser un monstruo, es un niño inocente: alguien que solo quiere pertenecer, ser mirado, ser tocado por un poco de afecto.
Pero cuando se cría desde el rechazo, cuando se hiere lo más tierno, ese dolor se convierte en más dolor.
El niño herido aprende a lastimar porque nunca aprendió a ser sostenido.
La escena final me tocó profundamente. Ese perdón. Ese “lo siento” que muchos hemos esperado alguna vez. Ese instante en el que el padre por fin ve el daño. Y algo se desbloquea en el hijo… algo se libera, incluso después de tanto resentimiento acumulado.
Y aquí es donde la película me recordó algo importante:
No todos recibimos un “perdón, hijo”.
Pero sí podemos darnos a nosotros mismos la libertad que ese perdón habría traído.
Porque esperar a que papá cambie para poder vivir… también es una forma de quedarnos atrapados.
La liberación, esa sí, ya nos toca a nosotros.