12/07/2025
Un niño llegó corriendo a casa con una carta en la mano. Se la dio a su mamá y le dijo:
—Mi maestro me pidió que te la entregara… solo a ti.
Ella la leyó en silencio. Tenía los ojos llenos de lágrimas, pero sonrió y le dijo:
—Tu maestro dice que eres un genio. Que en esa escuela no tienen los recursos ni los maestros adecuados para enseñarte. Que mejor te enseñe yo, en casa.
Y así lo hizo. Ella misma se encargó de educarlo con amor y paciencia.
Pasaron los años, su madre falleció, y ese niño —que muchos no entendían— se convirtió en uno de los inventores más grandes de la historia: Thomas Alva Edison.
Un día, ya adulto, mientras revisaba cosas viejas, encontró aquella carta. La abrió con curiosidad… y lo que leyó lo dejó en shock.
No decía nada sobre ser un genio. En realidad, decía:
—“Su hijo tiene problemas mentales. No puede seguir viniendo a la escuela.”
Edison lloró durante horas. Después escribió en su diario:
“Yo era un niño con dificultades… pero tuve una madre tan valiente que me hizo creer que era un genio. Y lo fui.”
Qué increíble, ¿no? Esa madre pudo decirle la verdad y romperlo… pero eligió otra cosa. Le regaló una frase tan poderosa, que lo acompañó toda la vida.
Eso es el poder de las palabras.
Y también es el poder de creer en alguien, cuando nadie más lo hace.
Recuerda: lo que le dices a un niño se queda en su corazón para siempre.
Así que cuida tus palabras. Porque pueden marcar a alguien… o salvarlo.
Y como esa madre… no dejes que lo que otros digan defina quién eres tú.
Tú escribe tu propia historia.
Y sobre todo… no te rindas.
-Susana Rangel ✉️☕️✍️💬