15/06/2025
¡Qué historias con mi papá!
Las heridas me han enseñado tanto… pero también el amor, el apoyo, los momentos bonitos.
Todo eso convive. Todo pesa. Todo transforma.
Escuché alguna vez que, como los árboles, la familia también se puede podar.
Pero me resisto a esa idea.
Claro, si se ha intentado todo, si la vida, la mente o el corazón corren peligro, tal vez cortar sea necesario.
Pero… ¿y si aún estamos a tiempo?
¿Y si en lugar de cortar, cuidamos el árbol familiar?
Podar los excesos de dolor, aflojar la tierra para que las raíces respiren, nutrir con presencia, amor y diálogo.
Protegerlo de las heladas de la indiferencia.
Regarlo con acuerdos, con escucha, con verdad.
Hacer de ese árbol un hogar seguro.
Padre:
Si tus hijxs están cerca, aún hay oportunidad.
Nos dijeron que debías ser la autoridad…
Pero ese aprendizaje ya no funciona.
No somos autoridad, somos presencia protectora, somos guía, somos abrigo.
Cambiar no te resta, te suma.
Porque aún estás a tiempo.
Hijx:
Hoy te miro defender tus ideales, cambiar patrones, alzar la voz.
Y me llena de orgullo.
Pero a veces también levantamos armas emocionales contra quien nos crió.
Y en esa batalla, olvidamos que el amor es el único remedio verdadero.
Sí, toma tiempo.
Sí, requiere trabajo de todxs.
Pero cada paso vale la pena, porque cada paso sana. Libera.
Y si papá ya no está, si se fue o trascendió…
Nos dejó una tarea sagrada: aprender a paternarnos.
Sí, hay dolor. Pero también hay un regalo: la oportunidad de cuidarnos con amor.
No hay fórmulas mágicas.
Hay herramientas: constelaciones, rituales, meditaciones…
Pero es tu decisión integrarlas, dar el paso, bajar las barreras.
Dejar que el tiempo y la experiencia te hagan sabix, si así te lo permites.
Hoy, siendo hija, estoy aprendiendo a ser madre.
Un día a la vez.
Una herida a la vez.
Una relación a la vez.