10/09/2022
Nacer por cesárea también es una forma sagrada de nacer
Por supuesto, quería un parto vaginal. Un poderoso y orgásmico parto natural. Y el universo me dio lo que necesitaba para conciliar mis opuestos, para darme cuenta que una cesárea también es un parto, doloroso en la recuperación, fuerte, incisivo… y sí, también SAGRADO.
Yo también cuestioné las cesáreas de otras mujeres, también llegué a preguntar “¿y sí fue necesaria?”, sin sentir tanta compasión y cariño por quien portaba una herida mayor en su vientre y en sus brazos un bebé recién llegado a la vida.
Me inclino profundamente ante cada mujer y cada nacimiento: vaginal, por cesárea, doloroso, feliz, con lágrimas, con magia, sin medicar o medicado. Por que cada mujer merece sentir y escuchar que el nacimiento -bello o terrible- de su hij@ es algo “profundamente sagrado”. Todo nacimiento es sagrado, y también si fue por cesárea.
Y así, mientras mi hijo tomaba sus primeros minutos de respiración, unas amorosas manos extraían con suavidad la placenta de mi cuerpo. Y yo me encontraba ahí, partida, abierta, expuesta. Porque una se abre amorosamente también en una cesárea. También hay belleza y luz sublime en esa forma de abrirnos y exponer las entrañas.
Así es con una cesárea. Hay belleza y dolor al mismo tiempo. Hay celebración y miedo. Hay que tener la valentía para ir de la incertidumbre al amor, y confiar en que el cuerpo se recuperará mientras se intenta amamantar a un pequeñito. Hay que soltar la idea del parto vaginal para amar cada sutura, cada punto, cada hilo de la cesárea.
Y aquí voy: amando todo lo sucedido, enviando luz a mi vientre, dándole gracias a mi cuerpo, a mis órganos, al dolor en el dolor.
Sintiendo el florecer de mi carne, los nuevos aromas de mi piel. Huelo a leche, huelo a mamá. Y desde la herida dulce en mi útero me paro en la vida, sabiendo que todo sucedió como debía suceder.
Por Karina Falcón