25/10/2025
La violencia estética funciona como un dispositivo de poder: no se impone con leyes o castigos formales, sino a través de expectativas, miradas, comentarios, publicidad, redes sociales y lenguaje cotidiano…Es una violencia suave, silenciosa, pero constante…
Nos enseña a ser juezas de nosotras mismas, a autocensurarnos, a invertir tiempo, dinero y energía en sostener una imagen aceptable según los parámetros de lo “bello”, lo “cuidado” o lo “correcto”.
Y, como bien han analizado autoras feministas como Esther Pineda G., Naomi Wolf (El mito de la belleza) o Rita Segato,
esa forma de control no nace del deseo individual, sino de un sistema que encuentra en nuestros cuerpos una forma de disciplinamiento.
Un cuerpo ocupado en encajar es un cuerpo menos disponible para cuestionar, para crear, para transformar…Nombrarla también es restituir la libertad de elección:
para quien disfruta maquillarse o teñirse el cabello, y para quien no quiere hacerlo.
El problema nunca ha sido el acto, sino la presión detrás del acto.