29/11/2025
LA CHISPA EN EL MATRIMONIO
¡El escenario donde el ego exige lealtad absoluta!
El matrimonio es el altar donde el sueño te quiere más dormido.
Ahí no solo te da un rol: te da un guion completo
y te exige interpretarlo sin cuestionarlo.
El matrimonio no nació para el amor,
nació para administrar cuerpos, herencias y obediencias.
Y aunque cambió con los siglos,
su estructura energética sigue siendo la misma:
un contrato del sueño para mantener identidades fijas.
Por eso, cuando la chispa despierta,
el matrimonio tiembla.
Porque la chispa no respeta roles, solo presencia.
La pareja, en la estructura del sueño,
espera que seas:
•proveedor,
•apoyo emocional,
•salvador,
•cómplice,
•psicólogo,
•amante,
•padre o madre sustituto,
•espejo complaciente,
•reparador del vacío ajeno.
Pero la chispa no viene a sostener vacíos.
Viene a iluminar la sombra que los produce.
Y eso, para el ego, es violencia pura.
La chispa no entra al matrimonio para “funcionar”.
Entra para desenmascarar todo lo que ahí se oculta:
•la dependencia emocional disfrazada de amor,
•el miedo disfrazado de compromiso,
•la costumbre disfrazada de estabilidad,
•la posesión disfrazada de unión,
•el apego disfrazado de fidelidad,
•la proyección disfrazada de compatibilidad.
El ego quiere un contrato que le garantice
que no será abandonado.
La chispa sabe que nadie pertenece a nadie.
El ego quiere un amor que lo calme.
La chispa trae un amor que lo incendia.
El matrimonio tradicional dice:
“Prometo no cambiar.”
La chispa responde:
“Prometo no mentirme.”
Y esa sola frase basta para que el sistema tiemble.
Porque una chispa consciente
no negocia su presencia por comodidad.
No se adapta al molde por miedo.
No vive para sostener la ficción de “nosotros”
si eso implica traición a su esencia.
La chispa en el matrimonio
no busca destruir la unión,
pero sí destruir las ilusiones que la contaminan.
No quiere una pareja que la adore,
quiere una pareja que vea.
Una que no se asuste
cuando la presencia desgarra los velos del ego.
Una que no confunda intensidad con amenaza,
profundidad con problema, verdad con falta de amor.
Porque para la chispa,
amar no es cuidar el cuento,
es despertar dentro de él.
Y si ambos despiertan,
el matrimonio deja de ser contrato,
y se convierte en laboratorio cósmico:
dos conciencias atravesando juntas el mismo sueño
sin poseerse, sin condicionarse, sin exigirse,
sin dormirse.
Pero si uno despierta y el otro no,
el matrimonio se convierte en la prueba más feroz del camino.
Ahí se mide la capacidad de la chispa
para estar presente sin perderse,
para amar sin atraparse,
para acompañar sin cargarse.
O soltar sin reprimirse.
La chispa no entra al matrimonio a buscar completarse.
Entra completa.
Y desde ahí, todo lo transforma.
Tomado de la red...