08/11/2025
Alguna vez te has preguntado ¿Por qué algunas personas huyen ante lo que les incomoda? Desde el conductismo radical, todo comportamiento, incluido huir, bloquear, evitar una conversación o “desconectarse” ante una experiencia desagradable, se entiende como una conducta operante gobernada por sus consecuencias.
No es un defecto de carácter ni una falla moral, sino una forma aprendida de regulación conductual: la persona actúa para reducir o escapar del malestar que ciertos estímulos evocan.
Cuando una persona se enfrenta a un estímulo aversivo, una palabra, una tarea que no se desea ejecutar, un recuerdo, una crítica o una idea contraria a sus creencias, puede emitir conductas de evitación o escape, evitación como conducta operante.
En términos del análisis funcional:
Antecedente (A): Aparece un estímulo aversivo (por ejemplo, alguien dice “te equivocaste”, o se menciona un tema doloroso).
Conducta (B): La persona cambia de tema, se retira, bloquea, se ríe nerviosamente, minimiza o se enoja.
Consecuencia (C): Disminuye temporalmente su angustia, reforzamiento negativo.
Así, el alivio momentáneo refuerza la conducta de huir o evitar, manteniendo el patrón.
Desde el AFC, no importa la forma de la conducta (callar, huir, atacar, justificar), sino su función: reducir la exposición a un estímulo privado o público que se experimenta como amenazante.
Por ejemplo:
“No quiero hablar de eso” Función: escapar de pensamientos que activan malestar.
“Tú estás mal” o “no me interesa debatir” Función: evitar el contacto con la disonancia o con la posibilidad de estar equivocado.
“Eso no es cierto, la ciencia lo dice” (dicho con rigidez) Función: recuperar sensación de control ante la incertidumbre.
Desde la Teoría de los Marcos Relacionales (RFT), base conceptual de ACT, el lenguaje humano permite que palabras y eventos se asocien arbitrariamente.
Así, una simple palabra (“abandono”, “traición”, “error”, “fracaso”) puede funcionar como un estímulo condicionado que evoca las mismas respuestas emocionales que la experiencia original.
Ejemplo:
Si alguien sufrió una ruptura dolorosa, escuchar la palabra “pareja” puede disparar la misma red relacional asociada al dolor. El cuerpo responde como si la amenaza fuera real, aunque solo se trate de una palabra.
De esta manera, no huimos del evento presente, sino de las funciones que el lenguaje le otorga.
Por eso en ACT se habla de evitación experiencial: esfuerzos verbales o conductuales por controlar o escapar de eventos privados (pensamientos, emociones, recuerdos) que el organismo etiqueta como “malos” o “insoportables”.
Ejemplo 1:
Alguien dice: “No tolero cuando me dicen que estoy equivocado.”
Conducta: se retira o contraargumenta agresivamente.
Función: escapar del sentimiento de incompetencia aprendido.
Consecuencia: alivio inmediato, pero pérdida de aprendizaje y de contacto con la realidad.
Ejemplo 2:
Una persona evita ir a terapia porque teme “reabrir heridas”.
Conducta: posterga o cancela.
Función: reducir el miedo anticipado a sentir dolor.
Consecuencia: refuerzo negativo y mantenimiento del sufrimiento a largo plazo.
Ejemplo 3:
Durante una conversación sobre género o política, alguien bloquea o abandona el chat.
Conducta: escape del disconfort cognitivo.
Función: mantener coherencia aparente entre sus creencias y su autoimagen.
Consecuencia: evita contacto con la incertidumbre o la autocrítica.
En ACT, el problema no es sentir miedo, angustia o incomodidad, sino la lucha constante por no sentirlo.
Cada vez que la persona huye de lo que le incomoda, refuerza la idea de que no puede tolerarlo, fortaleciendo un repertorio de rigidez psicológica.
A largo plazo, esto limita su contacto con sus valores y con la vida plena:
Evita conversaciones significativas, pero también oportunidades de intimidad.
Escapa de emociones dolorosas, pero también de aprendizajes.
Se protege del conflicto, pero a costa de la autenticidad.
Las emociones, pensamientos o sensaciones no son causas internas sino parte del comportamiento total del organismo.
Por tanto, “sentir angustia” o “pensar que algo está mal” son también respuestas que se pueden analizar funcionalmente.
Huir de un estímulo privado (una emoción) tiene la misma lógica que huir de uno público (una persona).
Ambos forman parte del mismo patrón de conducta gobernada por contingencias de evitación.
El trabajo terapéutico desde ACT consiste en exponer al organismo, gradualmente y con aceptación, hacia una flexibilidad conductual a los estímulos evitados, entrenando nuevas respuestas bajo control de valores, no del miedo.
Se busca pasar de la evitación experiencial a la acción comprometida:
Observar la incomodidad sin huir.
Diferenciar el evento (palabra, emoción) de su función.
Elegir actuar de acuerdo con lo que importa, no con lo que alivia.
Las personas no huyen porque sean débiles o irracionales, sino porque el reforzamiento negativo del alivio es un potente moldeador de conducta.
La incomodidad no es el problema; la función de escapar de ella lo es.
Solo al contactar plenamente la experiencia sin intentar controlarla, el organismo puede reorganizar su conducta hacia mayor flexibilidad y coherencia con sus valores.