PsicoConductual / Conciencia Plena

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Observando contexto, valores y posibilidades de forma consciente para desarrollarte creativamente.

Alguna vez te has preguntado ¿Por qué algunas personas huyen ante lo que les incomoda? Desde el conductismo radical, tod...
08/11/2025

Alguna vez te has preguntado ¿Por qué algunas personas huyen ante lo que les incomoda? Desde el conductismo radical, todo comportamiento, incluido huir, bloquear, evitar una conversación o “desconectarse” ante una experiencia desagradable, se entiende como una conducta operante gobernada por sus consecuencias.
No es un defecto de carácter ni una falla moral, sino una forma aprendida de regulación conductual: la persona actúa para reducir o escapar del malestar que ciertos estímulos evocan.

Cuando una persona se enfrenta a un estímulo aversivo, una palabra, una tarea que no se desea ejecutar, un recuerdo, una crítica o una idea contraria a sus creencias, puede emitir conductas de evitación o escape, evitación como conducta operante.

En términos del análisis funcional:
Antecedente (A): Aparece un estímulo aversivo (por ejemplo, alguien dice “te equivocaste”, o se menciona un tema doloroso).
Conducta (B): La persona cambia de tema, se retira, bloquea, se ríe nerviosamente, minimiza o se enoja.
Consecuencia (C): Disminuye temporalmente su angustia, reforzamiento negativo.

Así, el alivio momentáneo refuerza la conducta de huir o evitar, manteniendo el patrón.

Desde el AFC, no importa la forma de la conducta (callar, huir, atacar, justificar), sino su función: reducir la exposición a un estímulo privado o público que se experimenta como amenazante.
Por ejemplo:
“No quiero hablar de eso” Función: escapar de pensamientos que activan malestar.
“Tú estás mal” o “no me interesa debatir” Función: evitar el contacto con la disonancia o con la posibilidad de estar equivocado.
“Eso no es cierto, la ciencia lo dice” (dicho con rigidez) Función: recuperar sensación de control ante la incertidumbre.

Desde la Teoría de los Marcos Relacionales (RFT), base conceptual de ACT, el lenguaje humano permite que palabras y eventos se asocien arbitrariamente.
Así, una simple palabra (“abandono”, “traición”, “error”, “fracaso”) puede funcionar como un estímulo condicionado que evoca las mismas respuestas emocionales que la experiencia original.

Ejemplo:
Si alguien sufrió una ruptura dolorosa, escuchar la palabra “pareja” puede disparar la misma red relacional asociada al dolor. El cuerpo responde como si la amenaza fuera real, aunque solo se trate de una palabra.

De esta manera, no huimos del evento presente, sino de las funciones que el lenguaje le otorga.
Por eso en ACT se habla de evitación experiencial: esfuerzos verbales o conductuales por controlar o escapar de eventos privados (pensamientos, emociones, recuerdos) que el organismo etiqueta como “malos” o “insoportables”.

Ejemplo 1:
Alguien dice: “No tolero cuando me dicen que estoy equivocado.”
Conducta: se retira o contraargumenta agresivamente.
Función: escapar del sentimiento de incompetencia aprendido.
Consecuencia: alivio inmediato, pero pérdida de aprendizaje y de contacto con la realidad.

Ejemplo 2:
Una persona evita ir a terapia porque teme “reabrir heridas”.
Conducta: posterga o cancela.
Función: reducir el miedo anticipado a sentir dolor.
Consecuencia: refuerzo negativo y mantenimiento del sufrimiento a largo plazo.

Ejemplo 3:
Durante una conversación sobre género o política, alguien bloquea o abandona el chat.
Conducta: escape del disconfort cognitivo.
Función: mantener coherencia aparente entre sus creencias y su autoimagen.
Consecuencia: evita contacto con la incertidumbre o la autocrítica.

En ACT, el problema no es sentir miedo, angustia o incomodidad, sino la lucha constante por no sentirlo.
Cada vez que la persona huye de lo que le incomoda, refuerza la idea de que no puede tolerarlo, fortaleciendo un repertorio de rigidez psicológica.
A largo plazo, esto limita su contacto con sus valores y con la vida plena:
Evita conversaciones significativas, pero también oportunidades de intimidad.
Escapa de emociones dolorosas, pero también de aprendizajes.
Se protege del conflicto, pero a costa de la autenticidad.

Las emociones, pensamientos o sensaciones no son causas internas sino parte del comportamiento total del organismo.
Por tanto, “sentir angustia” o “pensar que algo está mal” son también respuestas que se pueden analizar funcionalmente.
Huir de un estímulo privado (una emoción) tiene la misma lógica que huir de uno público (una persona).
Ambos forman parte del mismo patrón de conducta gobernada por contingencias de evitación.

El trabajo terapéutico desde ACT consiste en exponer al organismo, gradualmente y con aceptación, hacia una flexibilidad conductual a los estímulos evitados, entrenando nuevas respuestas bajo control de valores, no del miedo.
Se busca pasar de la evitación experiencial a la acción comprometida:
Observar la incomodidad sin huir.
Diferenciar el evento (palabra, emoción) de su función.
Elegir actuar de acuerdo con lo que importa, no con lo que alivia.

Las personas no huyen porque sean débiles o irracionales, sino porque el reforzamiento negativo del alivio es un potente moldeador de conducta.
La incomodidad no es el problema; la función de escapar de ella lo es.
Solo al contactar plenamente la experiencia sin intentar controlarla, el organismo puede reorganizar su conducta hacia mayor flexibilidad y coherencia con sus valores.

🌀 Por qué hemos estado un poco desconectados 🛜… No ha sido por falta de interés, sino por una decisión consciente.En los...
07/11/2025

🌀 Por qué hemos estado un poco desconectados 🛜…
No ha sido por falta de interés, sino por una decisión consciente.
En los últimos meses el trabajo, las ocupaciones y la vida misma nos han pedido presencia, y elegimos atender lo que realmente valoramos: las personas, los vínculos, el descanso y los momentos fuera de la pantalla.

También porque notamos que, a veces, estar demasiado tiempo en redes puede volverse una forma sutil de evitación experiencial, de desconectarnos del momento presente de lo que esta pasando frente a nosotras en el ahora, aunque parezca lo contrario. Y queremos ser coherentes con lo que compartimos:
vivir con más presencia, menos prisa y más sentido.

No nos hemos olvidado de nuestra comunidad. Al contrario, seguimos aquí, preparando nuevos temas y contenidos que aporten valor, aunque quizá ya no con la misma frecuencia.

Gracias por seguir acompañándonos en este camino. Esperamos seguir contando con su apoyo, su presencia cuando sea oportuna y sus ganas de construir una comunidad más consciente, humana y coherente.

Hoy queremos compartir con ustedes una mirada conductual-contextual respecto de la despersonalización, desrealización y ...
05/11/2025

Hoy queremos compartir con ustedes una mirada conductual-contextual respecto de la despersonalización, desrealización y disociación: Desde el conductismo radical, los fenómenos llamados despersonalización, desrealización y disociación no se entienden como “fallas del yo” ni “rupturas mentales”, sino como patrones de conducta privada (respuestas encubiertas) que emergen bajo ciertas contingencias aversivas intensas o prolongadas, donde el organismo busca reducir contacto con eventos privados dolorosos.

Es la experiencia de sentirse separado o ajeno de uno mismo (“como si me viera desde fuera”, “siento que no soy yo”).

Desde un análisis funcional, se trata de una conducta de evitación cognitiva y sensorial ante experiencias internas de alta carga emocional (por ejemplo, ansiedad, miedo, culpa). Es un modo del organismo de “alejarse de sí mismo” para disminuir el contacto con la activación fisiológica o con recuerdos aversivos.

Desrealización:
Es la sensación de que el entorno no es real o se percibe distorsionado (“como si el mundo fuera una película”).

Funcionalmente, cumple el mismo rol que la despersonalización, pero orientado al ambiente externo: un distanciamiento perceptual como respuesta a un contexto vivido como incontrolable o amenazante.

Disociación:
Es un término paraguas que incluye ambos fenómenos anteriores y otros patrones en los que hay una fragmentación funcional del comportamiento, como lapsos de memoria, desconexión entre conducta verbal y corporal o automatización de respuestas.

En términos conductuales, es una estrategia de control de estímulos internos que reduce momentáneamente el malestar, pero mantiene la conducta de evitación experiencial y, por tanto, el sufrimiento a largo plazo.

Desde el AFC, se analiza:
Antecedentes: eventos traumáticos, estrés crónico, sobrecarga emocional, falta de recursos de regulación.
Conductas: respuestas privadas (sensación de irrealidad, vacío, desconexión) y abiertas (inmovilidad, evasión social, embotamiento).
Consecuencias: reducción inmediata de ansiedad, refuerzo negativo, mantenimiento del patrón disociativo.

El foco no está en “reintegrar” o “eliminar” la disociación, sino en comprender su función adaptativa en ese contexto y generar repertorios más flexibles para afrontar la experiencia interna sin necesidad de desconectarse de ella.

En Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), el trabajo no busca “reconectar con la realidad” en el sentido moral o filosófico, sino entrenar la flexibilidad psicológica para poder estar presente con lo que ocurre y actuar en coherencia con los valores.

Técnicas útiles:
1. Anclaje sensorial (Grounding):
Nombrar 5 cosas que ves, 4 que tocas, 3 que oyes, 2 que hueles, 1 que saboreas.

Función: reconectar con los estímulos del aquí y ahora, discriminación de estímulos actuales vs. recordados.

2. Desfusión cognitiva:
Ejemplo: repetir lentamente la frase “siento que no soy yo” hasta que pierda sentido literal y se perciba como un evento del lenguaje, no como una verdad.

Función: debilitar el control verbal rígido del pensamiento disociativo.

3. Ejercicios de observación del yo-como-contexto:
Explorar que quien nota la desrealización no está perdido, sino que observa esa experiencia (“hay una parte de mí que nota que me siento desconectado”).

Función: restaurar el contacto con el yo que observa, no con el contenido experiencial.

4. Exposición interoceptiva y emocional:
Gradualmente contactar las sensaciones evitadas (mareo, vacío, irrealidad) bajo condiciones seguras.

Función: contracondicionar la respuesta de evitación con presencia y aceptación.

5. Entrenamiento de regulación conductual (DBT / AFC):
Técnicas de temperatura, respiración diafragmática y movimiento voluntario → restablecer control operante sobre la conducta corporal.

¿Y qué pasa con la biología y las sustancias?

Lo biológico no se separa de lo conductual, forma parte del mismo sistema de interacción organismo-ambiente. Las sustancias (legales o no) pueden modificar la sensibilidad del organismo a ciertos estímulos, alterar la percepción o modificar la tasa de respuestas privadas, sin que eso cambie su carácter conductual.

Sustancias que pueden inducir o potenciar fenómenos de despersonalización o desrealización:

Cannabis (THC): puede alterar la discriminación entre estímulos internos y externos, generando sensación de “irrealidad”.

Alucinógenos (L*D, psilocibina, ketamina, DMT): distorsionan la percepción del yo y del entorno, modulando la conducta privada y la interpretación verbal de la experiencia.

Estimulantes (anfetaminas, co***na): al aumentar la activación fisiológica, pueden producir estados disociativos en contextos de ansiedad intensa o privación de sueño.

Ansiolíticos, antidepresivos o anestésicos (cuando se abusa o interrumpe bruscamente): pueden alterar la continuidad perceptual del yo y producir sensaciones disociativas pasajeras.

Desde el AFC, no se patologiza el efecto biológico, sino que se analiza qué función cumple el consumo o la abstinencia en el repertorio del individuo:
¿busca reducir ansiedad? ¿evitar contacto emocional? ¿ampliar sensaciones?
La función del uso, no la sustancia en sí determina su papel en la red conductual.

Por eso, la intervención conductual y contextual puede incluir:
Psicoeducación funcional: comprender cómo las sustancias modulan la experiencia y el control percibido.

Análisis del patrón de consumo: identificar antecedentes y consecuencias del uso.

Exposición con regulación: permitir contacto gradual con la realidad interna sin depender de químicos para tolerarla.

Trabajo de valores: redefinir reforzadores naturales que sustituyan las conductas de escape químico.

Para una persona que experimenta estos episodios, puede ser útil:

Nombrar la experiencia (“esto es desrealización, una forma en que mi cuerpo intenta protegerme”).

Describir sin juicio lo que ocurre (“mi entorno se siente raro, pero sigo aquí”).

Practicar micro-anclajes: tocar objetos con textura distinta, caminar descalzo, sentir el peso del cuerpo.

Evitar pelearse con la sensación (“no quiero sentir esto”) y más bien observarla pasar como una ola.

Recordar que la desconexión no es locura ni debilidad: es una conducta aprendida bajo estrés que puede desaprenderse a través del contacto gradual y la aceptación.

La despersonalización, desrealización y disociación no son entidades metafísicas ni rupturas del yo, sino formas aprendidas de modular el contacto con la experiencia interna bajo contingencias aversivas.
El cambio ocurre no “reconectando con la realidad”, sino ampliando la capacidad de permanecer en ella, incluso cuando duele.

Sabes cuál es la perspectiva conductual y contextual de la psicosis?Desde el conductismo radical, toda conducta pública ...
04/11/2025

Sabes cuál es la perspectiva conductual y contextual de la psicosis?

Desde el conductismo radical, toda conducta pública o privada es parte del campo de análisis del comportamiento. Las llamadas “psicosis” (como esquizofrenia, trastornos esquizotípicos o esquizoafectivos) no se entienden como fallas internas o enfermedades biológicas aisladas, sino como formas complejas de conducta bajo control de estímulos privados, reglas idiosincráticas y contingencias históricas particulares.

El problema central no radica en que la persona “pierda la realidad”, sino en que su conducta verbal deja de estar controlada por estímulos públicos compartidos y pasa a estar gobernada por eventos privados o reglas personales. Esto rompe el control social del lenguaje y altera el contacto funcional con las contingencias.

Así, lo que la psiquiatría llama “delirio” o “alucinación” son, desde el análisis funcional, conductas verbales o perceptuales con funciones específicas: pueden servir para reducir miedo, dar sentido al sufrimiento o mantener coherencia ante la ambigüedad. El tratamiento, por tanto, no busca eliminar el contenido, sino modificar las funciones y ampliar el repertorio conductual.

Cuando el consultante presenta delirios, hablamos de conductas verbales gobernadas por reglas privadas no ajustadas a contingencias públicas. Suelen tener la función de reducir incertidumbre o angustia: creer que alguien lo vigila puede resultar más tolerable que aceptar que el mundo es caótico e impredecible. Por eso, el foco terapéutico no está en discutir el contenido del delirio, sino en preguntarse qué hace esa creencia por la persona y en entrenar contacto con consecuencias directas más que con reglas ineficaces.

Las alucinaciones auditivas o visuales son conductas perceptuales privadas, bajo control de estímulos emocionales o verbales, que se mantienen por reforzamiento automático o social. Pueden ofrecer compañía, sensación de control o un modo de expresar estados internos que no encuentran contexto social de validación. Por tanto, el abordaje conductual y contextual no consiste en negar la experiencia (“eso no existe”), sino en validarla como evento privado y cambiar la relación con ella: observar la voz sin seguir sus mandatos, notarla como un sonido y no como una orden.

El pensamiento desorganizado representa un fallo en el control contextual del lenguaje: el habla se rige por asociaciones intraverbales o eventos privados, sin anclaje en la situación presente. La intervención se orienta a entrenar discriminación contextual (“¿de qué estamos hablando ahora?”, “¿qué pide esta situación?”) y reforzar verbalizaciones coherentes con el contexto inmediato, modelando un uso funcional del lenguaje.

El retraimiento social y el aplanamiento afectivo suelen reflejar evitación experiencial generalizada: el individuo ha aprendido que el contacto social predice castigo, sobrecarga o rechazo. Se interviene mediante exposición gradual a interacciones seguras, reforzando microconductas de conexión (mirada, saludo, respuesta corta) y conectando con valores de pertenencia y afecto, sin exigir la emoción como requisito.

ACT se orienta a aumentar la flexibilidad psicológica, es decir, la capacidad de actuar conforme a los valores personales aun en presencia de eventos privados dolorosos. En psicosis, esto implica pasar de “quiero que se vayan las voces” a “puedo vivir con sentido aunque las voces estén aquí”.

Los procesos nucleares de ACT se aplican así:

La defusión cognitiva enseña al consultante a notar pensamientos y voces como eventos mentales, no como realidades literales. Por ejemplo: decir “estoy teniendo el pensamiento de que me persiguen” permite observar el pensamiento en lugar de obedecerlo.
La aceptación experiencial implica abrir espacio a las sensaciones, miedo o angustia sin intentar suprimirlas, respirando dentro del dolor.
El yo-como-contexto ayuda a reconocer que quien observa la voz no es la voz misma: hay un “yo” más amplio que contiene la experiencia sin ser definido por ella.
El contacto con el presente se entrena con ejercicios de mindfulness y discriminación sensorial, como notar tres sonidos o texturas reales antes de responder a una voz.
El trabajo con valores reconecta con direcciones vitales: autonomía, amistad, arte, contribución. No se trata de normalizar, sino de dar sentido.
Finalmente, la acción comprometida consolida el cambio: elegir conductas valiosas aunque las voces, miedos o pensamientos sigan presentes.

Desde el AFC, se inicia con un análisis funcional detallado del episodio psicótico. Se identifican los antecedentes (estrés, insomnio, consumo, aislamiento, recuerdos traumáticos), las conductas (verbalizaciones delirantes, aislamiento, conductas rituales) y las consecuencias (alivio, atención, control o sentido). Luego se interviene reduciendo los reforzadores que mantienen la conducta desadaptativa y aumentando los reforzadores naturales de conductas adaptativas como autocuidado, estructura diaria o contacto social.

El entrenamiento en habilidades contextuales busca restablecer control discriminativo: aprender a distinguir estímulos públicos de privados, a observar lo que ocurre en el entorno inmediato y responder a contingencias reales. Esto se hace con modelado, role-playing y reforzamiento diferencial de discurso funcional.

Las intervenciones basadas en exposición y aceptación permiten que la persona se relacione con sus voces o percepciones sin evitarlas ni obedecerlas. Por ejemplo, se practica observar las voces mientras se realiza una actividad concreta (caminar, dibujar), debilitando el control de esos estímulos privados sobre la conducta pública.

El manejo ambiental y social también es esencial: rutinas predecibles, ambientes con bajo nivel de coerción y alto refuerzo positivo, y entrenamiento de la red de apoyo para reforzar conductas adaptativas y no las verbalizaciones delirantes.

El trabajo cotidiano se orienta a la funcionalidad y no a la erradicación del síntoma. El consultante aprende a etiquetar sus experiencias (“esto es una voz”, “esto es un pensamiento”, “esto es una sensación”), anclarse al presente observando estímulos concretos del entorno, registrar las funciones de las voces o pensamientos, y realizar pequeñas acciones valiosas: preparar comida, caminar, contactar a alguien, mantener higiene o sueño regular.

Se enseña a dejar de pelear con los eventos privados: observarlos con curiosidad y continuar actuando conforme a valores. Cada conducta coherente con la vida elegida se refuerza verbal y socialmente, fortaleciendo su sentido de agencia.

En la práctica clínica, esto significa acompañar sin prometer “curas”, sino fomentando una vida significativa con o sin síntomas. El sufrimiento psicótico se aborda como una forma extrema de fusión cognitiva y evitación experiencial, y el objetivo terapéutico es restaurar libertad funcional, no “normalidad perceptual”.

Desde esta perspectiva, la psicosis no es un enemigo que deba eliminarse, sino una forma particular de relación entre lenguaje, historia de aprendizaje y ambiente.
El conductismo radical nos recuerda que incluso los fenómenos más desconcertantes son conductas sujetas a contingencias; el análisis funcional nos permite entender su función y modificar sus condiciones de mantenimiento; y ACT nos brinda un marco ético y experiencial para acompañar el sufrimiento humano con aceptación y compromiso.

No se trata de hacer desaparecer las voces, los pensamientos o las percepciones inusuales, sino de ayudar a la persona a construir una vida valiosa en su presencia.
Ese es el punto donde el conductismo radical y las terapias contextuales se encuentran: en devolver a la persona su capacidad de elegir, sentir y actuar con sentido, incluso en medio del caos del lenguaje y de la mente.

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01/11/2025

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Hoy les hablaremos sobre la concepción de la “conciencia” desde una perspectiva conductista: Desde el conductismo radica...
01/11/2025

Hoy les hablaremos sobre la concepción de la “conciencia” desde una perspectiva conductista: Desde el conductismo radical, la conciencia no es una entidad interna, un alma o un yo separado del comportamiento, sino un conjunto de eventos conductuales que ocurren dentro de la piel del organismo y que pueden ser objeto de autodescripción, autobservación y control verbal.

En otras palabras, cuando una persona “es consciente” de algo, lo que ocurre es que emite conductas verbales que discriminan (nombran, describen o señalan) sus propios eventos privados: pensamientos, emociones, sensaciones corporales, recuerdos, etc. La conciencia, por tanto, no es la causa de la conducta, sino una forma particular de conducta, una conducta de observación y descripción de otros comportamientos o estímulos internos.

B. F. Skinner propuso que los llamados “eventos privados” (pensamientos, sentimientos, imágenes mentales) son parte del mismo continuo conductual que los eventos públicos, solo que accesibles solo para el propio individuo. De esta forma, la conciencia puede entenderse como el repertorio aprendido de observarse a sí mismo y responder a esas observaciones. No hay un “yo interior” que observa; lo que hay es una historia de aprendizaje en la que el organismo ha sido entrenado a notar y etiquetar sus propios estados internos.

Desde el Análisis Funcional de la Conducta, esta definición permite estudiar la conciencia sin recurrir a explicaciones mentalistas. En lugar de preguntar “¿qué es la conciencia?”, se analiza qué función cumple la conducta de “ser consciente”:
¿En qué contextos aparece?
¿Qué consecuencias mantiene esa autodescripción?
¿Facilita o interfiere con conductas efectivas y coherentes con los valores del sujeto?

En terapias contextuales como ACT, la conciencia se relaciona estrechamente con el proceso de contacto con el momento presente y el yo-como-contexto, es decir, la habilidad de observar pensamientos y emociones sin fusionarse con ellos. Pero incluso aquí, sigue tratándose de conductas observacionales complejas bajo control verbal y situacional, no de una esencia mística o sustancia interna.

La conciencia no es algo que “tenemos”, sino algo que hacemos.
Es la conducta de observar, discriminar y describir lo que ocurre en nosotros y a nuestro alrededor.

01/11/2025
Nos dicen mucho que “seamos nuestra mejor versión”, como si existiera un yo ideal esperándonos al final del camino.Pero ...
31/10/2025

Nos dicen mucho que “seamos nuestra mejor versión”, como si existiera un yo ideal esperándonos al final del camino.
Pero eso es solo otro gancho del perfeccionismo disfrazado de crecimiento personal.
El bienestar no depende de alcanzar una versión “ideal” de uno mismo, sino de mantener conductas guiadas por valores, apliando nuestros repertorios de respuesta incluso en medio del malestar o el error. Fallar no es retroceder: es una oportunidad para seguir eligiendo lo que importa, con conciencia y compromiso.

No se trata de controlar lo que sientes, sino de elegir qué hacer mientras lo sientes.Las emociones no se controlan dire...
31/10/2025

No se trata de controlar lo que sientes, sino de elegir qué hacer mientras lo sientes.
Las emociones no se controlan directamente, son respuestas internas que surgen ante las condiciones del entorno. Lo que sí podemos modificar es la conducta que emitimos frente a ellas.
En lugar de pelear con la emoción o intentar eliminarla, aprendemos a observarla, permitirla y responder con acciones coherentes con nuestros valores o metas.
El cambio no está en sentir diferente, sino en comportarse diferente frente a lo que se siente.

Buenas noches psicoguap@s 😴💤

Hoy los queremos hablar de un tema de moda los límites entre la cultura del “no me vibra” y la ciencia del comportamient...
30/10/2025

Hoy los queremos hablar de un tema de moda los límites entre la cultura del “no me vibra” y la ciencia del comportamiento. En los últimos años, el discurso sobre los límites se volvió omnipresente. Las redes están llenas de frases como:

“Poner límites es amor propio.”
“Si no te hace bien, aléjate.”
“Bloquear también es sanar.”

El problema no es el mensaje emocional, sino la ausencia de análisis funcional detrás.
Lo que se difunde masivamente no son límites, sino formas de evitación disfrazadas de autocuidado.

Un límite no es una consigna moral ni un gesto simbólico. Es una conducta (verbal o no verbal) que modifica contingencias para proteger la integridad y la coherencia de quien la emite.
Funcionalmente, un límite puede:
Interrumpir una cadena coercitiva,
Aumentar el control sobre el propio ambiente,
Reducir la exposición a estímulos aversivos crónicos,
O favorecer contacto con consecuencias alineadas a los valores.

Pero no todos los “límites” cumplen estas funciones.
En muchos casos, lo que se llama límite es en realidad evitación experiencial: conductas emitidas para no sentir ansiedad, culpa, frustración o vulnerabilidad, aunque eso implique perder contacto con lo que realmente importa.

Ejemplo clínico:
Una persona “pone límite” dejando de hablar con su pareja porque se siente invadida cuando le piden cercanía. No hay un acto de valores, sino una retirada para reducir malestar. El alivio inmediato refuerza la conducta, manteniendo el patrón de aislamiento.

La cultura pop tiende a confundir autorregulación con desconexión. Se exalta el “elige tu paz”, pero no se analiza si esa “paz” surge de haber actuado en congruencia o de haber huido del conflicto.
El resultado: personas que acumulan rupturas, bloqueos y distancias sin aprendizaje relacional, justificándolo bajo el marco del empoderamiento.

En términos conductuales, esto refuerza:
la intolerancia al malestar.
la rigidez ante estímulos interpersonales complejos y la desensibilización frente a la empatía o la reparación.

El discurso del “límite” se vuelve entonces una forma socialmente validada de evitación experiencial.

Desde ACT, los límites se entienden como conductas orientadas a valores, no como defensa emocional y pueden ser una acción comprometida.
Poner un límite genuino implica:
1. Contactar el malestar que surge al sostenerlo (culpa, miedo, tristeza).
2. Aceptar que actuar con coherencia puede generar dolor.
3. Elegir conductas comprometidas que respeten tanto los valores propios como los ajenos.

Un límite se analiza en función de tres variables:
El contexto antecedente (qué estímulos lo evocan).
La respuesta conductual (qué hace la persona).
Las consecuencias (qué se mantiene o cambia después).

Esto permite distinguir entre un límite funcional (que ajusta la contingencia hacia mayor coherencia y seguridad) y uno disfuncional (que solo refuerza la evitación o el control coercitivo).

En CBT y DBT, el trabajo con límites no parte de frases inspiracionales, sino del entrenamiento de habilidades específicas:
Asertividad conductual.
Comunicación efectiva.
Regulación emocional.
Tolerancia al malestar.

El objetivo no es decir no y alejarte, sino aprender a quedarte y responder de manera diferente.
Porque muchas veces el límite más sano no es cortar, sino modificar tu patrón de respuesta dentro del vínculo.

Desde el conductismo radical
En este marco, los límites no son un producto interno (“tengo autoestima y por eso pongo límites”) sino un proceso relacional contextual:
Aprendemos a poner o no límites según las contingencias históricas.
La capacidad de límite surge de historiales de reforzamiento que enseñan que la conducta asertiva no será castigada.
Por eso, las personas criadas en contextos coercitivos tienden a confundir límite con agresión, o con retraimiento.

El trabajo terapéutico consiste entonces en reentrenar la historia de aprendizaje: ofrecer nuevos contextos donde el autocuidado no esté asociado a castigo, culpa o pérdida.

Un límite no es una muralla ni un mantra.
Es una conducta con función protectora, relacional y orientada a valores.
Cuando se usa para huir del malestar, se convierte en evitación.
Cuando se usa para sostener la coherencia entre lo que se siente, se piensa y se hace, se convierte en libertad conductual.

El pasado no se “sana” porque ya no existe como evento actual, lo que sigue actuando son las conductas aprendidas y los ...
29/10/2025

El pasado no se “sana” porque ya no existe como evento actual, lo que sigue actuando son las conductas aprendidas y los patrones de evitación que fueron útiles en contextos antiguos, pero que hoy limitan la vida.

El cambio ocurre cuando dejamos de pelear con la historia y comenzamos a observar cómo esa historia influye en nuestras respuestas presentes, eligiendo conductas más coherentes con nuestros valores.

No cambiamos el pasado; cambiamos la relación que tenemos con él. Y eso sucede aquí, ahora, cada vez que respondemos de una forma distinta a lo aprendido. Pasen una linda noche psicoperrones!!!

El uso excesivo del celular no es un “problema del dispositivo”, sino un patrón de conducta mantenido por reforzadores i...
28/10/2025

El uso excesivo del celular no es un “problema del dispositivo”, sino un patrón de conducta mantenido por reforzadores inmediatos: notificaciones, likes y distracción. Cada scroll reduce momentáneamente el malestar (aburrimiento, ansiedad, soledad), lo que refuerza la conducta de seguir mirando.

Podemos identificar los pensamientos automáticos que la sostienen (“solo un minuto”, “necesito desconectarme”) y sustituirlos por respuestas más funcionales (“voy a pausar y elegir conscientemente qué hacer ahora”).

La clave está en practicar presencia y elección consciente: notar el impulso de tomar el teléfono, respirar, contactar con lo que ocurre en este momento y elegir una acción alineada con tus valores (descansar, conectar, avanzar en algo significativo).

Aqui te dejamos algunos recursos conductuales que nos han funcionado para regular el uso del celular:

1. Análisis funcional rápido:
Pregúntate qué emoción o situación antecede al impulso de revisar el celular y qué obtienes al hacerlo. Eso te dirá por qué lo repites.
2. Intervalos de reforzamiento diferido:
Usa alarmas o apps que bloqueen temporalmente redes y premia tu conducta de no-uso (p. ej., con una pausa real, no digital).
3. Mindfulness breve:
Cada vez que sientas el impulso, respira 3 veces y observa: “Esto es una sensación de aburrimiento… no necesito actuar de inmediato.”
4. Acción comprometida:
Pregúntate: “¿Esto me acerca o me aleja de mis valores?” Si te aleja, suelta el teléfono y elige algo con sentido.

No se trata de demonizar el celular, sino de recuperar la autorregulación. La tecnología no tiene control sobre ti, a menos que hayas dejado de ejercer el tuyo.

Dirección

Tarascos 3473
Guadalajara
44560

Horario de Apertura

Lunes 9am - 9pm
Martes 9am - 9pm
Miércoles 9am - 9pm
Jueves 9am - 9pm
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