31/10/2025
Ayer, mientras hacía fila en el supermercado, escuché a una joven cajera decirle a una señora mayor que debería traer sus propias bolsas reutilizables, porque las bolsas de plástico dañan el medio ambiente.
La señora sonrió con amabilidad y respondió:
—Lo siento, querida. En mis tiempos no existía eso del “movimiento verde”.
La cajera contestó:
—Y ese es precisamente el problema. Su generación no hizo lo suficiente para salvar el planeta para nosotros.
La mujer suspiró y dijo:
—Tienes razón, no teníamos eso del “movimiento verde” en aquellos tiempos.
Y luego continuó:
“En mi época devolvíamos las botellas de leche, de refresco y de cerveza a la tienda. Allí las lavaban, esterilizaban y volvían a usarlas. Eso sí era reciclar de verdad.
Las tiendas nos daban bolsas de papel marrón, que luego reutilizábamos para muchas cosas. Las más recordadas eran las cubiertas que hacíamos para los libros de la escuela, para no rayar los textos que nos prestaba el colegio. Y después decorábamos esas cubiertas a nuestro gusto. Pero claro, no teníamos eso del ‘verde’ entonces.
Subíamos las escaleras porque no había escaleras mecánicas en cada edificio, y caminábamos hasta la tienda en lugar de encender un coche de 300 caballos de fuerza para recorrer 200 metros. Pero sí, no teníamos el ‘movimiento verde’.
Lavábamos los pañales de tela porque no existían los desechables. Secábamos la ropa al sol y al viento —la energía solar y eólica original—. La ropa pasaba de un hermano a otro, no comprábamos todo nuevo cada temporada. Pero, de nuevo, no teníamos lo “verde”.
En casa había una sola radio, no un televisor en cada habitación. Y si alguien tenía tele, era una pantallita del tamaño de un pañuelo, no del tamaño de una cancha de fútbol. Cocinábamos batiendo y mezclando a mano, porque no había máquinas eléctricas para todo. Cuando enviábamos algo frágil por correo, lo envolvíamos en papel de periódico, no en espuma plástica o burbujas.
Cortábamos el césped con cortadoras manuales que funcionaban con fuerza humana, no con gasolina. Hacíamos ejercicio trabajando, no pagando un gimnasio lleno de caminadoras que consumen electricidad. Pero claro, no había movimiento verde.
Bebíamos agua del grifo o de una fuente, no de botellas de plástico. Rellenábamos las plumas con tinta, cambiábamos la hoja de la maquinilla de afeitar en lugar de tirarla entera. Los niños iban caminando o en bicicleta a la escuela, y muchos tomaban el autobús; no convertíamos a las madres en choferes las 24 horas en coches que cuestan lo mismo que una casa.
Había un solo enchufe en cada habitación, no una pared llena para conectar mil aparatos. Y vivíamos perfectamente sin depender de satélites a 23,000 millas de distancia para que nos dijeran dónde estaba el parque más cercano.
Así que sí, supongo que tienes razón: no teníamos eso del ‘movimiento verde’ en mis tiempos.”
Luego sonrió y añadió:
“Pero tal vez, querida, éramos más ecológicos de lo que crees.”
Así que la próxima vez que un joven moderno quiera dar una lección sobre el medio ambiente, tal vez debería recordar quiénes vivieron de verdad una vida sostenible —sin siquiera llamarla ‘verde’.
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