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20/08/2025

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27/07/2025

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25/07/2025

14/07/2025

LOS PRIMEROS LENTES DE SOL DE LA HUMANIDAD
Hace unos 12.000 años, en las vastas y gélidas tierras del Ártico, los pueblos Inuit idearon un objeto tan ingenioso como necesario: una protección para los ojos que les permitía sobrevivir en un entorno donde la luz podía ser tan letal como el frío.

Fabricados con conchas, huesos o madera, estos rudimentarios “lentes” contaban con estrechas hendiduras por donde apenas entraba la luz. No era vidrio lo que filtraba el resplandor, sino el diseño mismo: una ranura que reducía drásticamente la luminosidad, protegiendo los ojos de una amenaza invisible pero real.

En aquellas tierras blancas y eternas, el sol no daba tregua. Su luz, reflejada por la nieve y amplificada por la atmósfera limpia del Ártico, provocaba lo que hoy se conoce como “ceguera de las nieves”: una quemadura en la córnea causada por la radiación UV.

Sujetos al rostro con tiras de tendones o piel de ballena, estos anteojos primitivos no eran un lujo ni una moda, sino una herramienta de supervivencia. Un silencioso testimonio del ingenio humano frente a un mundo hostil.