20/10/2025
El viaje de un paciente con cáncer no empieza ni termina con un diagnóstico o un tratamiento. Empieza dentro de si mismo, al sentirse vulnerable, al enfrentarse cara a cara con su condición humana, que enferma, que duele, que aterra, pero que también inspira, acompaña, alivia, ríe y sana. ¿Donde termina? En realidad no lo hace. Aquel que concluye la parte terapéutica encuentra fuerza, apoyo, amor en personas que la rodean y al final lo descubre en sí mismo. Reconocer que no estamos solos. Los llamados "onco-amig@s", que comparten su viaje desde otra perspectiva. Y la familia, de sangre o de vida, aparece para darnos ese empujón hasta que nos volteamos a ver que no existe "guerra" o "lucha" contra el cáncer. Si no que siempre fue contra nosotros mismos.
Nuestros miedos, prejuicios, inseguridades, arrepentimientos. Todos ellos salen para decirnos "muevete", "sal de ese lugar", de donde nos hemos estancado en entender que lo más importante en la vida es no aferrarte, dejar ir y vivir el momento, el presente con lo bueno y lo malo que pueda traer. Un día a la vez.
Nosotros como médicos solo podemos acompañar, en cada paso desde nuestra trinchera científica, y orientar lo mejor que podamos para que el paciente con sus propias herramientas pueda decidir si seguirá luchando contra algo que prefiere llamar ajeno, cuando en realidad es nuestra sombra, que parece perseguirnos, pero en realidad nos acompaña y forma parte importante de nosotros. En pocos minutos o en muchos años, solo así podremos irnos con una sonrisa y en paz, habiendo vivido de la misma manera. No es preguntarnos el "¿Por qué?", si no más bien el "¿Para qué?".
"Todo lo que tenemos que decidir es que hacemos con el tiempo que se nos da." J.R.R.T