02/12/2025
🔥 Cuento: “El hueco que ardía
Había un joven llamado Eloy que desde niño cargaba un hueco en el pecho.
No era un hueco que pudiera verse, pero él lo sentía como un vacío que dolía y ardía por dentro.
Un ardor silencioso, constante, que nadie más parecía notar.
Ese hueco se formó de muchas cosas:
• palabras que lo hicieron sentir pequeño,
• exigencias imposibles de cumplir,
• silencios que pesaban como piedras,
• promesas rotas,
• momentos en los que necesitó protección y no la tuvo.
Eloy era un niño sensible, aunque le enseñaron a no parecerlo.
Acalló lágrimas.
Endureció la voz.
Apretó los puños.
Y así el hueco creció en silencio.
Con el tiempo aprendió a vivir como si no doliera…
pero por dentro, ardía.
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🌑 El falso alivio
Un día, ya de adolescente, encontró algo que apagaba ese ardor por un rato.
No era amor.
No era consuelo.
No era compañía.
Era una sustancia.
La primera vez que la probó, el hueco se calló.
Se apagó.
Por primera vez, Eloy sintió pausa.
Sintió que podía respirar sin que le doliera la vida.
Y ese instante de alivio se volvió lo más cercano a “estar bien” que había sentido en años.
Así empezó a buscar ese apagón una y otra vez.
No era para destruirse.
Era para descansar del dolor que vivía dentro de él.
Pero con cada intento, el hueco volvía:
más grande,
más hambriento,
más exigente.
Eloy no entendía que no era un hombre débil.
Era un hombre herido.
Y la adicción no era el problema, sino el refugio más rápido que encontró.
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🌘 El quiebre: cuando el hombre se ve a sí mismo
Un día, después de una noche difícil, Eloy se miró al espejo.
Estaba cansado, ojeroso, roto.
Pero lo que vio no fue a un adicto.
No fue a un irresponsable.
No fue a un fracaso.
Vio a un hombre que había cargado demasiado, demasiado pronto.
A un hombre que nadie enseñó a pedir ayuda.
A un hombre que aprendió a sobrevivir solo.
Eloy sintió algo en el pecho, una mezcla de rabia y tristeza.
Y por primera vez, en vez de huir hacia la sustancia…
se quedó con ese hueco.
No para sufrirlo.
Para escucharlo.
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🌤️ El inicio de la recuperación
Tiempo después comenzó tratamiento.
Y en una de sus primeras sesiones, alguien le dijo:
—Lo que llamas “adicción” es el grito de una herida. Tu cuerpo pide alivio, no castigo.
Eloy no lloraba desde niño, pero ese día lo hizo.
Porque reconoció que el hueco no pedía droga.
Pedía:
• descanso,
• seguridad,
• permiso para sentir,
• una voz que dijera “lo que viviste te marcó”.
Y por primera vez entendió que sanar no era ser fuerte a la fuerza.
Sanar era ablandar el pecho sin miedo a quebrarse.
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🌈 el hombre que aprendió a encender su propia luz
La recuperación de Eloy no fue perfecta.
Tropezó.
Cayó.
Se levantó.
Pero ahora sabía que no estaba luchando contra la sustancia…
sino cuidando la herida que la había necesitado.
Con el tiempo, el hueco empezó a cambiar.
No desapareció —las heridas profundas dejan cicatrices que cuentan historias—
pero dejó de arder.
Dejó de pedir escapes.
Dejó de devorarlo desde adentro.
Hoy, Eloy ya no busca apagar su hueco.
Aprendió a llenarlo con afecto, límites, presencia y verdad.
Aprendió a ser un hombre que se acompaña, no que se abandona.
Aprendió a ser refugio para sí mismo.
Dicen que ahora, cuando siente un vacío,
ya no enciende fuego para callarlo.
Ahora enciende luz para mirarlo.
Y en esa luz, por fin, puede descansar.