29/10/2025
🩸 Hoy recibí a un paciente con poliglobulia, referido por Medicina Interna. Llegó con una hemoglobina de 19 g/dL, hematocrito de 57%, y algo que casi nunca se pide cuando debería: eritropoyetina sérica baja. Desde ahí, todo cambió. Porque cuando la EPO está baja, lo primero que hay que pensar es en una policitemia vera, una neoplasia mieloproliferativa crónica donde la médula ósea decide producir glóbulos rojos, leucocitos y plaquetas sin control fisiológico, de manera autónoma.
La enfermedad tiene su origen en una mutación adquirida del gen JAK2, que activa permanentemente la vía JAK-STAT, la responsable de la señal de crecimiento celular. Es decir, la médula se comporta como si recibiera constantemente la orden de producir, aunque ya haya suficiente oxígeno y aunque la EPO esté suprimida. Por eso, a diferencia de las poliglobulias secundarias, en la PV el riñón no tiene nada que ver; es la médula la que se volvió independiente.
Clínicamente, esto lleva a un aumento de la masa eritrocitaria, incremento en la viscosidad sanguínea, y riesgo de trombosis en cualquier territorio: cerebral, coronario, esplácnico o periférico. Algunos pacientes llegan con prurito posterior al baño, eritromelalgia o cefalea, pero otros, como este, no tienen síntomas, y es ahí donde detectar el problema a tiempo marca la diferencia.
Ahora nos toca completar el abordaje: pedir la prueba molecular para JAK2 V617F, evaluar leucocitos y plaquetas (que suelen estar también elevados), y realizar una biopsia de médula ósea para confirmar la proliferación trilineal. Con esos elementos, el diagnóstico se cierra y se puede estratificar el riesgo para decidir el tratamiento adecuado: flebotomías periódicas, ácido acetilsalicílico a dosis baja, y en casos de alto riesgo, terapia citorreductora.
Este paciente llegó antes de que ocurra lo peor: sin trombosis, sin prurito intenso, sin síntomas neurológicos. Y todo gracias a una referencia oportuna. Lo dije muchas veces y hoy lo repito al revés: también hay que reconocer cuando las cosas se hacen bien. Porque referir a tiempo no es un trámite, es una forma de salvar vidas.
Y así, un hallazgo que pudo pasar desapercibido terminó convirtiéndose en una oportunidad de prevenir una catástrofe. La ciencia, la sospecha clínica y el trabajo en equipo se unieron en algo que parece simple, pero que tiene todo el fondo de la buena medicina: pensar en lo que otros no piensan y actuar cuando aún hay tiempo. 🩸