13/11/2025
🧠 1. Aprendizaje temprano
Desde la infancia podemos aprender a asociar el afecto con el dolor o la humillación, especialmente si crecimos en entornos donde el cariño venía mezclado con rechazo, crítica o maltrato. Así, inconscientemente, el dolor puede sentirse familiar, incluso “seguro”, porque fue parte del amor que conocimos.
💔 2. Dinámicas de culpa o baja autoestima
Muchas personas con rasgos masoquistas sienten que no merecen ser tratadas con ternura o respeto. Entonces, buscan vínculos donde se confirma ese guion (“no valgo mucho”, “debo aguantar para que me quieran”).
El dolor se convierte en una forma de expiación o castigo inconsciente.
🔄 3. Control y repetición
A veces el sufrimiento da una sensación de control sobre lo que antes fue incontrolable (por ejemplo, el abuso o abandono). Al repetir el dolor, se siente que “esta vez” se puede manejar mejor. Pero en realidad se reabre la herida una y otra vez.
🧩 4. Rasgos de personalidad o patrones defensivos
En algunos casos hay un patrón masoquista de personalidad (según la psicodinámica o el DSM), donde el individuo tiende a sacrificarse, autosabotearse o ponerse en segundo plano para obtener aprobación o evitar el conflicto.
🌱 5. Necesidad de transformación
El masoquismo también puede ser una llamada interna a sanar: tu psique repite el dolor para que puedas reconocerlo, darle un nuevo significado y aprender a elegir algo distinto. No es un “defecto”, sino una señal de que hay algo profundo que pide ser reparado.