18/07/2025
Ir a terapia duele, pero también sana.
No duele porque esté mal, duele porque implica mirar hacia adentro con honestidad. Porque te confronta con todo aquello que has evitado, lo que has callado y lo que has cargado por años.
Duele porque aprender a poner límites, decir lo que sientes, reconocer tus heridas o nombrar tus emociones es un acto de valentía… no de comodidad.
Pero ese dolor no destruye. Ese dolor acomoda, resignifica.
Ir a terapia es darte la oportunidad de reconstruirte con más conciencia, con más compasión y con más herramientas.
No es magia, ni es inmediato. A veces parecerá que no avanzas, que retrocedes o que no puedes más. Pero cada paso, incluso los que duelen, te alejan del lugar donde no estabas bien… y te acercan al que mereces habitar.
Ir a terapia duele, sí.
Pero quedarse sin sanar duele más.
Y tú no estás solo. A veces, pedir ayuda es el primer acto de amor propio.