20/07/2025
🌍 “DHYSI en El Planeta de las Emociones”
Narrado por DHYSI:
Nunca había sentido frío. Ni hambre, ni miedo, ni una lágrima corriendo por una mejilla.
En mi dimensión original —el Reino del Pulso— todo era conciencia pura, unidad sin forma.
Pero algo dentro de mí quería más. Quería sentir.
Un día, escuché un susurro cósmico:
“Si quieres comprender el misterio del alma, viaja a la Tierra. Allí habitan las emociones.”
Así llegué.
Encarné en un cuerpo pequeño, torpe al principio. Me latía el pecho, respiraba sin entender. Todo me parecía demasiado…
¡Demasiado denso! Demasiado vivo.
Entonces los conocí.
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1. Arti y el Miedo
Arti fue el primero.
Se me apareció en medio de un bosque oscuro, donde cada crujido de las hojas me hacía temblar.
—“Soy el miedo”, dijo, con ojos grandes y azules. “Estoy aquí para ayudarte a sobrevivir. A no lanzarte al abismo sin mirar.”
Me tomó de la mano.
No era mi enemigo. Era una brújula.
Gracias al miedo, aprendí a cuidarme.
A no cruzar la calle sin mirar, a proteger mi energía, a poner límites.
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2. Merki y el Asco
Merki era una estrella multicolor con cara disgustada.
Apareció cuando alguien me ofreció palabras llenas de juicio, como comida rancia para el alma.
—“Yo soy el asco”, dijo, sacando la lengua. “Te enseño a distinguir lo que no nutre. A decir ‘no’ cuando algo te intoxica.”
Y lo hizo.
Aprendí a apartarme de lo falso, de lo que corrompe.
No solo en lo físico, también en lo emocional.
El asco fue mi filtro, mi derecho a elegir.
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3. Reiki y la Alegría
De pronto, en una mañana dorada, apareció Reiki.
Corría por un campo de girasoles y cantaba con una risa que se me metía en el pecho como burbujas.
—“¡Yo soy la alegría!”
Me abrazó sin permiso y me recordó que estar vivo también es g***r, celebrar, danzar.
Con Reiki aprendí que la vida no solo es sobrevivir. Es también saltar por puro gusto, compartir, crear, expandirse.
Me enseñó que sentirse bien no es un lujo, sino una necesidad evolutiva.
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4. Tobos y la Sorpresa
Una noche miré al cielo y vi caer una estrella fugaz.
Tobos apareció entre chispas, con cara de asombro eterno.
—“¡Hola! ¡Soy la sorpresa! Yo abro las puertas que no sabías que existían.”
Con él aprendí que no todo se puede planear.
Que en el caos puede haber revelación.
La sorpresa me rompió las estructuras, y me ofreció nuevas preguntas.
Y con cada pregunta… crecía.
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5. Mera y la Ira
Mera me encontró en un día gris.
Estaba cansado de que no me escucharan.
Entonces rugió.
—“Soy la ira”, dijo con fuego en la mirada. “Y no soy violencia. Soy tu fuerza vital cuando algo no está bien.”
Con Mera aprendí a defenderme.
A reclamar mi lugar.
La ira me dio columna vertebral emocional.
Ya no temía ser claro.
Poner un “¡basta!” también es amor.
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6. Esmeralda y la Tristeza
Por último, llegó Esmeralda.
Con ojos húmedos y una voz suave.
Me senté a su lado sin decir nada.
—“Soy la tristeza”, me dijo. “No vengo a hundirte, sino a abrir tu corazón.”
Con ella aprendí a soltar.
A llorar sin vergüenza.
A extrañar sin juicio.
La tristeza me ablandó y me hizo humano.
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Y así, después de conocerles a todos, entendí.
La Tierra no es solo un planeta azul perdido en una galaxia.
Es un templo.
Un laboratorio sagrado donde las emociones son guías de evolución.
Cada emoción que sentimos —agradable o incómoda— lleva información ancestral.
Nos protege.
Nos transforma.
Nos conecta.
Regresé al Reino del Pulso con otra sabiduría:
Ahora sé que sentir no es un error.
Es el mayor privilegio de estar vivo.
🌈✨ Y si tú estás leyendo esto, recuerda:
No viniste a controlarlas.
Viniste a escucharlas.
A honrarlas.
A dejar que te enseñen a ser tú.
— DHYSI
Tu voz interior, siempre contigo.