23/09/2025
Se cumplen años y también se cumplen destinos.
Algunos creen que el destino ya está trazado y que nuestro libre albedrío consiste únicamente en las elecciones que hacemos mientras avanzamos hacia ese punto “final”. Esas elecciones pueden nacer del sufrimiento, de las lágrimas interminables, de la frustración, la rabia o el resentimiento. Pero también pueden brotar del amor, de la esperanza, de la fe inquebrantable en que existe un sueño divino, sembrado en cada uno de nosotros desde el momento de la concepción.
Ese sueño, a veces, nos lleva por caminos pantanosos, y es entonces cuando algo más grande que nosotros mismos nos toma de la mano, sostiene nuestros hombros y nos impulsa a seguir, incluso en esos instantes en los que creemos haber sido abandonados.
Eric cumplió 29 años el 22 de septiembre. Hoy, en este tramo de su vida, nos preparamos para abrir un sendero nuevo en el ámbito de la comunicación. Sé que su sueño profundo es encontrar un canal propio, fluido y confortable, que no pasa necesariamente por las palabras. Comprendí hace mucho que el habla no es su medio natural: para él, traducir pensamientos en palabras es una tarea confusa, que exige tanta energía que al final lo deja exhausto y frustrado, con la sensación de no ser comprendido. Entonces… elige el silencio, ese silencio largo y denso que guarda como refugio.
El sueño sembrado en Eric —y, por extensión, en todos los que lo amamos— es poder mostrarnos su mundo interior: su sentir, su pensar, lo que anhela, lo que detesta, lo que le interesa y lo que rechaza, lo que desea construir en su vida. Tal vez no sea a través de la voz, pero sí a través de sus miradas, de la vibración de su corazón y de la frecuencia de sus pensamientos.
No encuentro palabras suficientes para describir lo sublime que significa para mí ser mamá. Desde niña lo soñaba; hoy, al contemplar a mis dos hijos adultos, siento cómo ese amor sagrado habita y flota en cada célula de mi ser.
Mi labor se entrelaza con la vida de Eric, pero también se abre hacia ti, que me lees y te dejas tocar por estas palabras. Mi misión es el regalo que vine a entregar al mundo. Eric, con su forma única de estar en la vida, fue el instrumento que Dios usó para susurrarme: “Por aquí, Lola, aquí es donde te necesitan”.
Gracias, hijo, por elegirme, por mostrarme el camino y por permitirme caminar contigo el tiempo que me sea dado.
Feliz vida, mi amor 🧡