Terapia Psicológica CDMX

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Terapia psicológica cognitivo-conductual. Terapias individuales.
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Terapia de pareja. Terapia familiar. La salud mental es una prioridad.

21/11/2025
“No es bueno, ni sano, ni necesarios querer ser los padres de nuestros padres.”Hay un punto en la vida en que los roles ...
12/11/2025

“No es bueno, ni sano, ni necesarios querer ser los padres de nuestros padres.”

Hay un punto en la vida en que los roles parecen invertirse. Ellos envejecen, se vuelven más frágiles, y sentimos el impulso de protegerlos como alguna vez lo hicieron con nosotros. Pero hay una línea invisible entre cuidar y asumir lo que no nos corresponde.

Cuando intentamos ser los padres de nuestros padres, algo dentro de nosotros se tensa: el hijo que fuimos deja de tener espacio. Nos llenamos de una responsabilidad que, por amor, parece noble, pero por dentro puede volverse una carga silenciosa.

No está mal cuidar, pero sí olvidar quién eres en esa relación. Ellos no necesitan que los críes, sino que los mires con compasión: con la comprensión de que también son humanos, imperfectos, a veces asustados.

Amar no siempre significa reparar.
A veces amar es soltar la ilusión de poder hacerlo todo bien por ellos.
Y entender que seguir siendo hijo también es una forma de amor.

Querer ser los padres de nuestros padres —cuidarlos, protegerlos, o incluso intentar “arreglarlos”— parte muchas veces del amor, pero también de una confusión emocional.

Cuando tomamos ese rol, sin darnos cuenta invertimos los papeles: dejamos de ser hijos para convertirnos en los “responsables emocionales” de quienes debieron sostenernos. Eso puede generar culpa, ansiedad o agotamiento, porque no nos corresponde.

Ser hijo no es desentenderse, sino poder amar sin cargar con lo que no nos toca reparar.
Podría decirse que madurar no es criar a tus padres, sino aprender a aceptarlos con sus límites, sin perder tu lugar.

Nos incomodan las emociones oscuras de los otros —la tristeza, el enojo, la angustia, la apatía— porque nos enfrentan a ...
11/11/2025

Nos incomodan las emociones oscuras de los otros —la tristeza, el enojo, la angustia, la apatía— porque nos enfrentan a nuestra propia vulnerabilidad. Cuando alguien se “oscurece”, nos recuerda que nosotros también podríamos estar ahí, que el sufrimiento es parte de todos. Pero preferimos mantener la ilusión de control, de estabilidad, de “estar bien”.

Vivimos en una cultura que glorifica la positividad, la productividad y la apariencia de bienestar. Mostrar dolor o vacío se percibe como debilidad o fracaso. Entonces aprendemos a evitarlo —en nosotros y en los demás— porque desafía ese ideal social de “felicidad constante”.

Las emociones oscuras de otro despiertan emociones propias que no siempre sabemos manejar. Si alguien llora, nos puede activar nuestra tristeza no resuelta. Si alguien está en crisis, sentimos impotencia o culpa por no poder aliviarlo. Entonces, en vez de acompañar, nos alejamos para no sentir.

Nos gusta la gente cuando nos hace sentir bien. Si el otro se apaga, deja de “servirnos” emocionalmente —ya no sostiene nuestra energía, nuestro ánimo o la conversación liviana— y eso revela lo condicional que puede ser nuestro afecto.

El sufrimiento ajeno nos enfrenta a lo incierto, al dolor, a la muerte, a la falta de sentido. Y preferimos mirar hacia otro lado porque son temas que descolocan el ego.

Por eso, amar o acompañar a alguien en su oscuridad es un acto maduro: implica no huir del malestar, sino entender que las emociones grises también son parte de la vida y de lo humano.

Cuando idealizamos a alguien ya sea una pareja, un amigo, un familiar o incluso una figura públicale atribuimos cualidad...
10/11/2025

Cuando idealizamos a alguien ya sea una pareja, un amigo, un familiar o incluso una figura pública
le atribuimos cualidades que en realidad no tiene del todo, y dejamos de ver sus defectos o errores.
Eso nos hace ponerlo en un pedestal y luego, inevitablemente, decepcionarnos cuando muestra su lado humano.

La segunda parte, “todos somos idiotas en algo”, nos recuerda que cada persona tiene su punto ciego, su torpeza, su contradicción o su error. Todos metemos la pata de alguna forma: en el amor, en las decisiones, en la forma de comunicarnos, en cómo tratamos a otros o incluso en cómo nos tratamos a nosotros mismos.

Así que, en el fondo, la frase te invita a ver a la gente con realismo y compasión, sin poner a nadie por encima (ni tampoco por debajo).

La neuroplasticidad es la capacidad del cerebro para cambiar, adaptarse y aprender a lo largo de la vida.En palabras sim...
10/11/2025

La neuroplasticidad es la capacidad del cerebro para cambiar, adaptarse y aprender a lo largo de la vida.

En palabras simples:
👉 Es como si tu cerebro fuera una masa moldeable. Cada vez que aprendes algo nuevo, practicas una habilidad o cambias un hábito, el cerebro crea nuevas conexiones entre sus neuronas o fortalece las que ya existen.

Por ejemplo:
• Cuando aprendes a tocar guitarra, tu cerebro crea nuevas rutas para coordinar tus dedos y el ritmo.
• Si dejas de usar una habilidad, esas rutas se debilitan.
• Si practicas algo constantemente, esas rutas se hacen más fuertes y rápidas.

💡 En resumen:

La neuroplasticidad es el poder del cerebro para reorganizarse y mejorar gracias a la experiencia, la práctica y el aprendizaje.

Se nos enseñó que ser mujer era sinónimo de ser madre.Pero esa idea no nació del amor, sino del control."La maternidad n...
09/11/2025

Se nos enseñó que ser mujer era sinónimo de ser madre.
Pero esa idea no nació del amor, sino del control.

"La maternidad no nos define: la libertad sí."

"No le debemos nada a la maternidad."

"Nuestro valor no está en dar vida, sino en vivirla en nuestros propios términos."

💭 “La infancia no define nuestra vida adulta, pero la condiciona.”No determina completamente quién seremos, pero marca l...
08/11/2025

💭 “La infancia no define nuestra vida adulta, pero la condiciona.”

No determina completamente quién seremos, pero marca las bases emocionales desde las que construimos.
La infancia es como el “sistema operativo” inicial:
podemos actualizarlo, reescribirlo, mejorar sus programas, pero lo que había ahí influye en cómo interpretamos el mundo, las relaciones y el amor.



🧠 ¿Qué sí hace la infancia?
• Nos da modelos emocionales: cómo se ama, cómo se discute, cómo se repara.
• Nos enseña qué es seguro y qué no.
• Graba las primeras expectativas sobre nosotros mismos (“soy valioso”, “debo portarme bien para que me quieran”, etc.).



🌱 ¿Y qué no hace?

No nos condena.
El cerebro y la mente son plásticos:
podemos reaprender, sanar, resignificar y construir vínculos distintos a los que conocimos.
Por eso, aunque la infancia influya, la conciencia adulta libera.

Cuando un adulto interroga (“¿Qué hiciste?”, “¿Por qué lo hiciste?”, “¿Qué te pasa?”, “¿Estás triste?”), el niño siente ...
07/11/2025

Cuando un adulto interroga (“¿Qué hiciste?”, “¿Por qué lo hiciste?”, “¿Qué te pasa?”, “¿Estás triste?”), el niño siente que está siendo evaluado o juzgado.
Su sistema emocional interpreta eso como una amenaza: activa la defensa o el silencio.

👉 En lugar de abrirse, el niño se cierra o responde con monosílabos (“no sé”, “nada”, “bien”).
No es que no quiera hablar: es que no se siente seguro para hacerlo.

Los niños todavía están aprendiendo a poner palabras a lo que sienten o piensan.
Cuando el adulto lanza una ráfaga de preguntas, el niño:
• No alcanza a procesar lo que siente.
• No encuentra cómo explicarlo rápido.
• Siente presión y miedo a equivocarse.

Así que opta por el silencio o la evasión.

🌈 Qué funciona mejor

En lugar de interrogar, es mejor acompañar con presencia y lenguaje emocional abierto:

Ejemplos:
• “Veo que estás callado… a veces cuando me pasa eso, estoy pensando en algo.”
• “Parece que el día fue difícil, si quieres contarme, te escucho.”
• “Te noto enojado, y está bien. A veces cuesta decir lo que nos pasa.”

Eso no exige respuesta, pero invita a confiar.
El niño percibe seguridad y poco a poco se abre.

La estabilidad emocional no significa estar bien todo el tiempo, sino poder mantener cierto equilibrio interno incluso c...
27/10/2025

La estabilidad emocional no significa estar bien todo el tiempo, sino poder mantener cierto equilibrio interno incluso cuando estás mal.

Estar estable emocionalmente implica:
• Reconocer lo que sientes (aunque duela o incomode).
• No dejar que esas emociones te dominen o te paralicen.
• Seguir funcionando y actuando de forma coherente con tus valores y responsabilidades.
• Entender que la felicidad no es un requisito para actuar, sino una consecuencia de vivir con sentido y autocuidado.

Como dices, si esperas sentirte “bien” para hacer las cosas, te vuelves dependiente del estado emocional. En cambio, la verdadera estabilidad es poder avanzar aun con emociones difíciles, sin negarlas ni dejar que te controlen.

Centrarte en lo que sí puedes controlar es bueno porque te devuelve poder y calma. 1. Reduce la ansiedad y la frustració...
18/10/2025

Centrarte en lo que sí puedes controlar es bueno porque te devuelve poder y calma.

1. Reduce la ansiedad y la frustración.
Mucho del estrés viene de intentar cambiar cosas que no dependen de ti (como la actitud de otros, el pasado o los imprevistos). Cuando enfocas tu energía en lo que sí puedes hacer, tu mente se relaja y se ordena.
2. Aumenta tu sensación de eficacia.
Sentirte capaz de influir en tu propio entorno —aunque sea en cosas pequeñas— fortalece tu autoconfianza y tu estabilidad emocional.
3. Evita la impotencia y la queja constante.
En lugar de quedarte atrapado en el “por qué pasa esto”, pasas al “qué puedo hacer ahora”, y eso te mueve hacia soluciones reales.
4. Mejora tus relaciones.
Al dejar de intentar controlar a los demás, creas vínculos más libres, respetuosos y ligeros.
5. Te enfoca en el presente.
Lo que puedes controlar ocurre aquí y ahora. Y vivir en el presente te conecta con la realidad, no con la preocupación o la culpa.

✨ En resumen: centrarte en lo que puedes controlar no es resignarte, es dirigir tu energía de forma inteligente.

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