Desde chico tuve inclinación tanto por la ingeniería como por la medicina. En casa de mis padres quedó evidencia de ello.
Cursé la carrera en la mejor facultad de medicina de aquellos años, la de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Pocos terminamos en los 6 años que debería durar la carrera. De manera extracurricular, fui profesor de temas de sexología en Mexfam, y participé en varios protocolos de investigación: uno acerca de hipnosis, y otro sobre trasplante de hígado en perros.
Cuando iba terminando la carrera mi padre enfermó y no lograban diagnosticarlo. Tenía debilidad de varios músculos. Ya lo habían visto varios médicos en el Distrito Federal. Lo interrogué minuciosamente y le diagnostiqué Miastenia gravis. Le sugerí que viniera a Monterrey para que mi maestro lo consultara, lo cual hizo unas semanas después. Mi maestro corroboró mi diagnóstico, así como un estudio de laboratorio.
Terminé la carrera y presenté el examen para residencia de especialización. Lo pasé y fui admitido en el Hospital Universitario en Monterrey. Unas semanas antes de iniciar la especialidad mi padre me pidió que lo ayudara con el negocio pues debido a la enfermedad no estaba pudiendo atenderlo y se venía abajo. Renuncié a mi plaza de especialidad para ayudarlo. El negocio era de metalmecánica, nada relacionado con la medicina. Tuve que adquirir conocimientos y habilidades nuevos. Adicionalmente me tocaría la llegada de los sistemas de calidad a México, pues el negocio fabricaba partes para la industria automotriz. Ese hecho marcaría mi vida profesional para siempre. Entendí lo importante que es la estandarización, el que los sistemas sean hábiles por sí mismos, la calidad, entre muchas otras cosas. Logré que el negocio familiar aprobara las auditorías de calidad.
Si bien demostré capacidad para lo que el negocio requería, no era mi pasión. Diez años duré en el negocio, hasta que decidí presentar nuevamente el examen para residencia de especialización. Lo presenté solo para ver cómo venía el examen. No me preparé, solo lo presenté. Cuál no sería mi asombro al ver que había aprobado con buena calificación. Tardé días en asimilarlo. Había competido con médicos que estaban ejerciendo y con médicos recién egresados, que traen todo el conocimiento reciente y fresco en la mente.
Apliqué en el Hospital ABC y fuí aceptado. Retomar la medicina después de tanto tiempo fue duro, pero muy satisfactorio. Ya bien adaptado a la residencia comencé a notar que los sistemas de calidad aun no llegaban a la medicina. No podía creer que, a pesar de estar manejando algo tan delicado, no hubiera sistemas de calidad robustos. En ese momento supe que tendría una ventaja sobre todos los demás médicos. Pronto noté mi tendencia a sistematizar el colectar la información que me pedían y fui notando mi visión analítica de las cirugías en que intervenía. Un tiempo después uno de mis maestros me haría la observación sobre mi visión diferente, no solo de la cirugía, sino sobre muchas otras cosas. Tardé tiempo en entenderlo, aunque poco a poco he recibido opiniones en ese mismo sentido. Varias veces me han dicho que pienso como ingeniero. ¿Y cómo no? Con el antecedente que tengo, y con lo importante que es ir dejando el sistema artesanal, lleno de factores sin control, para llegar a un sistema muy organizado, con menos variables fuera de control. Con lo importante que es detectar las fallas y casi-fallas en todo el proceso de atención al paciente y resolverlos. Y lo importante que es tener la información para analizar. El compromiso que siento con los pacientes es mucho. Recientemente un paciente me dijo que se sintió atendido como si fuera un familiar mío. Su vida realmente había estado en riesgo y vivimos momentos de verdadera angustia. Mi respuesta fue: ‘Solo tengo un estándar de atención’. Podremos ir a hospitales grandes o chicos, costosos o no, pero el esmero es siempre el mismo.
Después de terminar la residencia de especialización en el Hospital ABC, entré a trabajar en el Centro de Cirugía Ambulatoria del ISSSTE. El lugar era excelente y bastante bien organizado. Al poco tiempo de haber entrado había ya organizado todo el proceso de atención de los pacientes con mi toque personal, cumpliendo con todos los estándares, si bien, con el matiz del ISSSTE. Cíclicamente iba eligiendo algo para mejorar. El resultado final, para cuando terminó mi interinato ahí, no había diferimiento, lo pacientes solo esperaban 15 minutos para pasar a consulta. En varias ocasiones mi sistema y yo fuimos puestos a prueba, ya cuestionándome una presentación en un congreso, o ya calumniándome respecto a mis resultados. Conocía el valor de contar con la información para hacer mediciones y mejoras, pero, además, tenerla me había salvado el pellejo y eso es invaluable. Es el plus que da el hacer las cosas bien.
Después de terminado mi interinato en el CCA, me invitaron a trabajar al hospital Tacuba del ISSSTE. Si bien yo estuve muy contento ahí, tengo que reconocer que a la mayoría de cirujanos le incomodó mi forma de trabajar, pues logré imponer un estándar muy alto, con estancias hospitalarias muy cortas. Ahí se desarrolló en forma muy satisfactoria y sin incidentes la cirugía de vesícula a través de orificio único de 12 milímetros en el ombligo, sin cicatriz. Inculqué a los residentes que trabajar bien es la mejor manera de estar uno tranquilo. Si uno se ha esmerado antes y en el quirófano, el paciente estará bien después. Si se requiere muchos analgésicos, algo no está bien. Hacer un uso muy juicioso de los antibióticos habla de cómo trabajamos, y nos ayuda a detectar tempranamente las complicaciones.
Me terminaron el interinato, y continué solo en la práctica privada. Continúo mejorando, casi cotidianamente lo que hago, así como, en lo que puedo, la práctica de otros cirujanos. Diría que el máximo reconocimiento que he recibido, provino de una paciente “profesional”. Me atrevo a llamarla así, y así se lo dije, porque tiene en su haber unas 15 cirugías. Considero que una cirugía difícilmente será una experiencia grata, pues suele conllevar, en el mejor de los casos, molestia. Esa paciente --que Dios la tenga bien-- me dijo que la cirugía que yo le practiqué, todo el proceso, había sido la mejor experiencia de su vida en cuanto a cirugías. Sentí reconocido mi esfuerzo, y me siento aun más comprometido en mejorar. Otros reconocimientos no oficiales han llegado de otras formas, a manera de invitación a participar en algún proyecto, otras como algún comentario que denota asombro respecto de algo que hago.
Los pacientes esperan ser tratados de la mejor manera y tener los mejores resultados, y lo merecen. Diseñar todo el sistema que permita alcanzar sus expectativas es lo menos que podemos hacer, y nunca terminará. Me gusta llevar al paciente de la mano a través de todo el proceso y que se sienta acompañado. Aspiro a crear una “experiencia Walt Disney” de la cirugía. Sé que será muy difícil convertir un evento quirúrgico en algo placentero, pero, al menos, si consigo que el paciente sienta que fue mucho más leve que lo que le habían contado, y si la convalecencia la pudiéramos convertir en vacaciones, yo me sentiré muy satisfecho.
En la atención de un padecimiento doy una atención empática, explicaciones claras sobre el padecimiento y procesos por los que el paciente pasará. Cuento con un sistema estandarizado para guiar al paciente a través de todo el proceso a través de instrucciones escritas y claras que son enviadas oportunamente. Los pacientes cuentan con mi número de teléfono para aclarar sus dudas. Cualquier observación que un paciente hacer es tomada en cuenta para mejorar la atención y la experiencia de los pacientes que están por venir.
Devolver su salud a mis pacientes es mi pasión.