28/11/2025
Hay dolores que no matan… pero te arrancan la vida en pedazos.
Y nadie lo ve.
Ese dolor silencioso que camina contigo todos los días, el que te atraviesa el alma mientras tú sigues sonriendo “para no preocupar a nadie”.
Ese dolor que te quema por dentro, pero igual te obliga a levantarte porque la vida no espera,
los hijos no esperan, las responsabilidades no esperan…
aunque tú estés hecha cenizas por dentro.
Ese ser ardiendo dentro de ti representa todo lo que callas:
las heridas que nunca sanaste,
los gritos que te tragaste,
los duelos que viviste en silencio,
las traiciones que fingiste superar,
el cansancio que te niegas a aceptar.
Nadie sabe cuántas veces te desplomaste por dentro
mientras por fuera seguías siendo “la fuerte”,
“la que puede con todo”,
“la que nunca se quiebra”.
Pero la verdad…
es que sí te rompiste.
Miles de veces.
Y aun rota, seguías sosteniendo el mundo como si nada.
Porque eso hace una mujer cuando la vida la atraviesa:
sigue.
Aunque le duela.
Aunque arda.
Aunque por dentro esté luchando contra sus propios fantasmas.
Este texto es para esa mujer que siente que la vida ya la desgarró demasiadas veces,
pero aun así no se rinde.
Para la que se siente quemada, agotada, vacía,
pero igual se levanta, igual lucha, igual ama.
Porque aunque nadie lo note,
tú sigues aquí…
con el alma rota, sí,
pero con una fuerza que ni tú comprendes.
Y si hoy sientes que ese fuego interno te está consumiendo,
recuerda algo:
No te estás quemando…
te estás transformando.
De ese dolor nacerás otra mujer,
una más consciente, más valiente, más tuya.
A veces arder es la única forma de renacer.