12/09/2025
¡Lloré con esta reflexión! 😭 (Padres, lean esto 🥺)
“¡Ponme la cadenita!”
Aquella mañana, como tantas otras, un niño escuchaba los gritos de su padre:
¡Levántate ya! ¡Lávate la cara, los dientes, péinate, ponte la camisa!
¡Apúrate, que llegas tarde a clases!
¿Sabes qué?... Olvídate del desayuno, toma el jugo en el camino, pero no lo vayas a tirar...
Unos segundos después:
¡Te dije que no lo tiraras, tonto! Ya te manchaste la camisa. Nunca haces nada bien.
El niño, en silencio… demasiado miedo para responder, demasiado dolor para decir “papá”.
En la escuela, tampoco lograba concentrarse. Su mente estaba en otro lado, preguntándose por qué no podía ser feliz como otros niños.
Esa tarde, con valor, decidió romper su silencio:
—Papá, hoy la maestra me preguntó en qué trabajas, y no supe qué decir.
—Entreno perros —respondió el padre.
Con curiosidad el niño preguntó:
—¿Y para qué los entrenas?
El padre sonrió y explicó:
—Les enseño a obedecer, a sentarse, a no hacer destrozos, a cuidar la casa, a proteger a los niños, a trabajar con policías o bomberos… incluso a salvar vidas o guiar a los ciegos.
Los ojitos del niño brillaron y preguntó aún más:
—¿Y ellos reciben pago por eso?
—No, hijo. Ellos reciben amor, cuidados y paciencia de sus dueños.
—¿Y cómo logras entrenarlos?
—Muy sencillo… los s**o a pasear con una cadenita, hablo con ellos, tengo paciencia. Cuando se equivocan los corrijo, pero nunca los lastimo… después los acaricio para que sepan que no estoy enojado.
El niño, con voz temblorosa y ojos húmedos, susurró:
—Papá… ¡ponme la cadenita a mí también!
—Yo quiero pasear y hablar contigo, quiero que me enseñes, que me corrijas con paciencia y después me abraces…
Prometo cuidarte, no hacerte enojar, cuidar nuestra casa, ayudar a las personas, y si un día tú llegaras a quedarte ciego… ¡yo seré tus ojos!
En ese instante, el padre no pudo más… rompió en llanto y abrazó fuerte a su hijo. Sintió cómo, en lo profundo de su corazón, una cadenita invisible lo unía al alma del pequeño, hecha de amor, paciencia y ternura.
El niño sonrió, se acurrucó en su pecho y susurró:
—¡Gracias, papá!
Que nunca falte paciencia, ternura y amor en nuestros hogares 🏡❤️.
Porque nuestros hijos no necesitan gritos, necesitan tiempo, abrazos y palabras de vida.
Texto e imágen encontradas en la red.