01/11/2025
El México que Enrique Olvera soñó construir, conocimos a los constructores y son maravillosos.
Visitar Pujol es cruzar el umbral de un México imaginado: elegante, consciente, profundamente arraigado en su tierra. Desde el primer momento, la experiencia se siente distinta. La atención del equipo es impecable: cercana, atenta, cálida sin exceso. No hay gestos ensayados, sino humanidad. Cada integrante del personal parece entender que el servicio no se limita a atender, sino a cuidar, a acompañar.
Uno de los momentos más especiales fue la visita guiada por la cocina, donde el orden, la calma y la precisión se entrelazaban con una energía vibrante. Observar cómo cada plato cobra vida bajo la luz de las lámparas fue como asomarse al corazón del restaurante. Al final, recibimos un detalle entrañable: un sobre lacrado con la “P” de Pujol, firmado por todo el equipo, como un recordatorio de que detrás de cada experiencia hay un colectivo que hace magia con sus manos.
Les dije de todo corazón que lo que hoy vi quiero llevarlo a mi equipo de trabajo. Trabajaré para fungir mejor como perona, como médico, como encargado o jefe.
El menú degustación “The Southeast” es una oda al sur profundo de Yucatán … Cada plato evoca historia, sabor y amor. Desde el tiradito de langosta con chile habanero hasta el wagyu de Durango en recado negro, el recorrido es tan técnico como emocional. Aunque confieso que el platanito y el papadzul robaron mi corazón.
Todo encuentra su equilibrio en el maridaje, un viaje en sí mismo, desde un sake mexicano y vino austríaco de dulzura aterciopelada que cerró la noche con notas de miel y melocotón.
Pero más allá de los sabores, Pujol es una declaración de principios. En una entrevista, Enrique Olvera dijo alguna vez que le gustaría que “México fuera así: elegante, precioso”, y que aunque no podía cambiar al país de la noche a la mañana, “decidió al menos construir, dentro de esas cuatro paredes, el México que le gustaría tener”. Esa frase cobra sentido en cada detalle del lugar: la armonía del servicio, la estética del espacio, el respeto por los ingredientes y la memoria.
Pujol no es solo un restaurante. Es una metáfora viva.