26/11/2025
Puede parecer raro hablar de mochilas escolares cuando la mayoría de los cuadernos están guardados y las alarmas apagadas, pero hay una realidad que no descansa.
Pienso en los niños que salieron a este receso sabiendo que el próximo año repetirán grado, y en quienes vivieron el colegio no como un lugar de descubrimientos, sino de malestar, frustración y una sensación constante de insuficiencia.
Como adultos, cuidamos el peso físico de los libros, la maleta con ruedas, la postura; pero a menudo ignoramos otro peso, invisible, que es el que realmente los encorva.
Hay niños que cruzan el portón del colegio cargando mochilas en las que además de sus útiles, llevan también rocas pesadas e inútiles para el aprendizaje: el miedo a fallar, el duelo por una pérdida no procesada, la tensión de las peleas en casa, la culpa por un divorcio conflictivo o el peso paralizante del “qué dirán”.
Ante el bajo rendimiento, el discurso adulto suele ser automático. “Pero si usted lo único que tiene que hacer en la vida es estudiar, ¡no tiene más preocupaciones!”, y esa frase, aunque bien intencionada, no solo no resuelve nada, sino que suele volverse una roca más. Algunas rocas no dejan espacio mental para las matemáticas o la historia.
Si hubo problemas serios en su relación con el estudio este año, no nos quedemos solo con el boletín final.
Estas vacaciones, con menos presión de tareas, pueden ser el momento para dejar de juzgar su “pereza” y empezar a indagar con empatía en su carga. A veces, aliviar ese peso es el único “refuerzo escolar” que realmente necesitan.
¿Con qué peso estuvo estudiando tu hijo este año? Si quieres, te leo en los comentarios.
PSICÓLOGA MÓNICA TRIANA
CITAS ONLINE (+57)3017124529
Asesoría en Crianza y Educación Emocional