27/10/2025
Hoy no hablamos de técnicas, ni de protocolos.
Hoy hablamos de todo lo que somos… y de lo que sentimos.
Somos terapeutas ocupacionales.
Aprendimos que nuestras manos no solo rehabilitan: también sostienen, consuelan y devuelven esperanza.
Que nuestra voz puede guiar un movimiento, pero también calmar el miedo.
Que nuestro trabajo no termina al cerrar la puerta del consultorio, porque una parte de cada paciente se queda con nosotros.
Hemos llorado en silencio cuando el progreso no llega tan rápido.
Hemos sonreído hasta las lágrimas cuando una mano se abre por primera vez, cuando alguien logra abotonar su camisa, escribir su nombre, abrazar a quien ama.
Hemos sentido orgullo, cansancio, gratitud… y, sobre todo, amor.
Ser terapeuta ocupacional es caminar junto a otros en su proceso más humano: reaprender la vida.
Es creer que cada persona puede volver a hacerlo, a su manera, con su historia, con sus tiempos.
Es mirar la fragilidad y descubrir en ella una fuerza inmensa.
No siempre nos ven, pero estamos ahí, en cada pequeño logro que cambia un día, una rutina, una vida.
Y aunque a veces el cuerpo se canse o el alma se desgaste, seguimos…
porque sabemos que cada esfuerzo deja una huella que trasciende.
Esta carta no es de uno.
Es de todos los que alguna vez colocamos una férula, acompañamos una lágrima, celebramos un milímetro de avance o enseñamos a volver a soñar.
Gracias, Terapia Ocupacional, por enseñarnos que rehabilitar es amar con propósito.
Y gracias a cada colega, en cualquier rincón del mundo, por poner el corazón en cada acción.
Hoy, más que nunca, estamos orgullosos de ser lo que somos:
Terapeutas Ocupacionales.
Transformadores silenciosos de vidas. 🌍💙