24/11/2025
A veces, cuando nace un bebé…
el que crece de golpe no es el recién llegado,
sino el hermano mayor.
Y no porque madure de pronto.
No porque “ya entienda”.
No porque “debería saber comportarse”.
Crece de golpe porque, sin querer, nuestros ojos cambian.
Hasta ayer era tu pequeño, tu compañero de juegos, tu bebé grande…
Y de pronto, cuando llega el nuevo integrante, lo ves distinto:
sus berrinches parecen más ruidosos,
sus pedidos “demasiado”,
su llanto “innecesario”.
Pero él no ha cambiado.
No se volvió difícil ni desafiante.
Solo está diciendo en su lenguaje infantil:
“No me dejes de ver.”
He visto esta escena muchas veces en el consultorio,
y muchas veces también en mi propia casa.
Cuando llega un hermano menor, sin darnos cuenta,
le exigimos al mayor una madurez que jamás le habíamos pedido.
Como si el día del parto también le hubiéramos adelantado la infancia.
Pero la verdad es otra:
Sigue siendo el mismo niño que hace unos días corría a tus brazos por todo,
el mismo que buscaba tu mirada para sentirse seguro,
el mismo que aún necesita sostén, calma, presencia.
No siempre son celos.
Muchas veces es desconcierto.
Es un niño intentando entender dónde quedó ese lugar donde él era suficiente.
Y es entonces cuando toca volver:
respirar profundo,
bajar las expectativas,
mirarlo con ternura,
recordar que también necesita brazos que lo contengan
y tiempo para seguir siendo pequeño.
Porque los bebés llegan sin manual…
pero los hermanos mayores llegan sin preparación.
Tal vez hoy, solo por un momento,
sea bueno mirarlo con ojos nuevos.
No como “el grande”,
sino como lo que verdaderamente es:
tu hijo, todavía pequeño, todavía aprendiendo,
todavía necesitando que lo acompañes a su ritmo.
Cuando nace un bebé,
el que más agradece que lo sigas viendo…
es el que ya estaba ahí. 💛
Mamáx3