29/11/2025
Te recomiendo que leas está reflexión sobre la sobreprotección.
El problema no es la sobreprotección… es la dinámica que la sostiene
La sobreprotección suele señalarse como la causa de todo: “Si ella no lo protegiera tanto, él no consumiría”. Pero la verdad clínica es más compleja y, al mismo tiempo, más humana: la sobreprotección no es la raíz; es el síntoma visible de una relación que ya viene enferma de antes.
Cuando digo “dinámica”, me refiero a ese modo repetido en el que madre e hijo se relacionan: gestos, respuestas emocionales, expectativas y silencios que se sostienen en el tiempo. La madre sobreprotege porque algo dentro del vínculo le exige hacerlo: miedo profundo, culpa, la necesidad de sentirse útil, la creencia de que si ella no arregla todo, el mundo se vendrá abajo. Y el hijo lo acepta, lo utiliza, lo normaliza. Así se instala un circuito: él demanda, ella responde; él evade, ella resuelve; él no enfrenta, ella cubre.
Un ejemplo: La madre paga las deudas, llama al jefe y cubre las faltas. En casa, el hijo jamás ve la consecuencia real de su conducta. La madre lo hace “para evitarle más dolor”, pero en realidad está evitando que él experimente la consecuencia que lo podría mover hacia el cambio.
Otro ejemplo: En visitas al centro, la madre lleva comida, ropa y mensajes que el hijo no pidió. Ella sale tranquila, creyendo que así ayuda. Él, en lo profundo, registra: “si yo no me esfuerzo, alguien vendrá a hacerlo por mí”. La dinámica refuerza la dependencia emocional y la conducta adictiva.
¿Por qué muchas madres no pueden dejar de sobreproteger? Porque no es solo un acto voluntario: es una respuesta a su propio dolor. Muchas madres cargan una historia de abandono, de miedo a perder, de culpa por no haber hecho “lo suficiente”. La sobreprotección calma, momentáneamente, ese miedo. Tiene función: evita la crisis inmediata. Pero tiene un costo a largo plazo: perpetúa la inmadurez afectiva del hijo y la fatiga emocional de la madre.
La sobreprotección cura la culpa de la madre… y mantiene viva la enfermedad del vínculo.
No se trata de acusar ni de crear más culpa. Lo que propongo es mirarlo diferente:
— La sobreprotección es una señal: nos está diciendo que el vínculo necesita trabajo terapéutico.
— No es suficiente decir “deja de proteger”; hace falta permitir que la madre procese su miedo y que el hijo enfrente consecuencias en un entorno contenido.
Ejemplo 3: Cuando la familia empieza a aprender límites consistentes —sin castigarse ni aniquilarse— ocurre algo profundo: la madre descubre que puede sostener su miedo sin actuar inmediatamente sobre él; el hijo descubre que las consecuencias no le aniquilan, lo empujan a pensar. La dinámica cambia: menos rescates, más responsabilidades compartidas.
No es que la madre no quiera soltar; es que no le han enseñado a soltar sin sentir que se rompe.
Desde mi experiencia clínica: trabajar la dinámica requiere dos pasos simultáneos. Uno, acompañar a la madre para que sane su culpa, su miedo y su necesidad de control. Dos, poner límites claros y amorosos que permitan al hijo experimentar la vida con sus consecuencias. Ambos procesos son reparación: no borran el pasado, pero sí reconstruyen un presente donde el amor no se convierte en rescate constante.
Cierro con esto, que siempre digo en sesión: amar bien no es resolver todo; es acompañar sin sostener la vida del otro en tus manos. Eso no es frialdad: es responsabilidad afectiva. Y esa responsabilidad es la que, a la larga, puede liberar a la madre y al hijo de una dinámica que hoy los aprisiona.
— Kalefh
Psicólogo en adicciones
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