05/06/2025
"El rol más importante de mi vida: ser papá" – Sylvester Stallone
Mi nombre ha estado en marquesinas, premiaciones y titulares. Fui Rocky, fui Rambo… Pero nadie te prepara para el papel más desafiante y transformador: ser simplemente papá.
Cuando nació mi hijo Sage, el mundo me aplaudía. “Rocky” me había convertido en una estrella mundial. Desde fuera, todo parecía perfecto. Pero mientras las cámaras me seguían y los guiones se acumulaban, lo más valioso me esperaba en casa: un bebé con ojos llenos de luz… mi Sage.
El tiempo no se detuvo. Yo seguía grabando películas, volando de ciudad en ciudad, rodeado de fama y compromisos. Y Sage… él crecía. Crecía viéndome en la pantalla, pero no en la mesa del desayuno. Me perdí sus primeras palabras, sus juegos, esas heridas de infancia que solo el consuelo de un padre puede aliviar.
Me decía a mí mismo que lo hacía por él, por su futuro. Pero en el fondo lo sabía: no estuve. Y no hay justificación laboral que repare esa ausencia emocional.
Sage me amaba. Y aun así, eligió caminar un camino similar al mío. Actuamos juntos en Rocky V, donde él interpretó a mi hijo. Esa película fue un espejo doloroso: un padre distante, un hijo que busca conexión. Porque detrás de la ficción, también estaba nuestra historia.
Mi hijo fue un artista auténtico. Restauraba películas, dirigía, creaba desde el alma. No perseguía la fama, solo anhelaba ser escuchado… y tal vez, ser visto por mí.
El 13 de julio de 2012, la vida cambió para siempre. Sage fue encontrado sin vida en su apartamento. Tenía solo 36 años. Ese tipo de dolor no tiene nombre, porque no hay palabra para un padre que pierde a un hijo. Desde entonces, cargo un vacío que no se llena.
En la película Creed, incluí una foto suya. Un gesto silencioso que decía: “Siempre estuviste conmigo”. Y cuando recibí el Globo de Oro, sentí su presencia. No como un recuerdo, sino como un susurro que me decía: “Te perdono, papá.”
Hoy intento vivir diferente. Estoy más presente con mis hijas. Les digo que las amo, que estoy aquí. Porque si algo me enseñó la vida —y mi hijo Sage— es que nunca es tarde para convertirte en el padre que tus hijos necesitan y merecen.