06/08/2025
Cada vez más estudios científicos demuestran que el intestino y el cerebro están íntimamente conectados a través de una red bidireccional de señales neurológicas, inmunológicas, endocrinas y microbianas. Esta relación, conocida como el eje intestino-cerebro, juega un papel crucial en la regulación del estado de ánimo, la respuesta al estrés, la función cognitiva e incluso el desarrollo de enfermedades tanto digestivas como psiquiátricas. La microbiota intestinal (conjunto de microorganismos que habitan en nuestro intestino) participa activamente en este eje mediante la producción de neurotransmisores, metabolitos y otros compuestos que pueden modular la actividad cerebral. Alteraciones en la composición y la diversidad de la microbiota están implicadas en las disfunciones del eje cerebro-intestino como el síndrome del intestino irritable (o colon irritable) y otros trastornos como la ansiedad, la depresión, y enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson y el Alzheimer.
La importancia de un equilibrio microbiano adecuado
Cuando la microbiota intestinal se encuentra en equilibrio, el organismo es capaz de producir sustancias esenciales para el bienestar mental, como los neurotransmisores GABA y serotonina o el butirato, un ácido graso de cadena corta con propiedades antiinflamatorias.
Sin embargo, si este ecosistema se altera—lo que se conoce como disbiosis—pueden generarse inflamación crónica y alteraciones en la barrera intestinal, permitiendo la entrada de toxinas al torrente sanguíneo y afectando la función neurológica. La disbiosis intestinal se ha relacionado con diversas condiciones neurológicas y psiquiátricas, como la ansiedad, la depresión y los trastornos del espectro autista. Por ejemplo, estudios recientes han demostrado que personas con depresión suelen presentar alteraciones en la composición de su microbiota intestinal, observando una reducción de ciertas bacterias beneficiosas, como Lactobacillus y Bifidobacterium, que pueden influir en la producción de serotonina, el neurotransmisor conocido como la "hormona de la felicidad". En pacientes con síndrome de intestino irritable se ha observado una mayor sensibilidad al estrés debido a una alteración en la comunicación del eje intestino-cerebro. Esto explica por qué muchas personas con problemas digestivos también experimentan ansiedad o depresión.
¿Cómo se comunican el intestino y el cerebro?
El eje intestino-cerebro es un sistema bidireccional de comunicación que conecta el sistema nervioso central (SNC), conformado por el cerebro y la médula espinal, con el sistema nervioso entérico (SNE), que es la red de neuronas en el tracto gastrointestinal. Esta comunicación se da a través de varios mecanismos clave:
- Nervio vago: es una de las principales vías de conexión entre el cerebro y el intestino y actúa como un puente que transporta señales en ambas direcciones. Las bacterias intestinales pueden influir en la actividad del nervio vago liberando neurotransmisores o activando receptores específicos, lo que afecta directamente la función cerebral y el estado de ánimo.
- Sistema inmune: el 70-80% del sistema inmunitario se encuentra en el intestino, donde las células inmunitarias monitorean el entorno microbiano. Si hay disbiosis (desequilibrio en la microbiota), pueden liberarse citoquinas inflamatorias que viajan al cerebro y afectan la función cognitiva y el estado de ánimo.
- Producción de neurotransmisores: la microbiota intestinal juega un papel crucial en la producción de neurotransmisores. Por ejemplo, aproximadamente el 90% de la serotonina del cuerpo se produce en el intestino y esta molécula es clave para la regulación del estado de ánimo, el sueño y la digestión. En el caso de la dopamina, también sintetizada en gran parte por las bacterias intestinales, influye en la motivación y el placer. Otro ejemplo es el GABA, un neurotransmisor inhibitorio que ayuda a reducir la ansiedad, cuya producción también está influenciada por ciertas bacterias intestinales.
-ADN Institute-
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