22/01/2023
EN RESUMEN. Las vacunas no causan autismo
La historia de cómo nació el mito del vínculo entre las vacunas y el autismo.,
El 26 de febrero de 1998 fue el día en que se generó una ola de desconfianza internacional sobre las vacunas cuyos efectos reverberan hasta hoy en día, 20 años después.
Aquel día, en Londres, el médico Andrew Wakefield presentó una investigación preliminar, publicada en la prestigiosa revista científica The Lancet, en la que decía que doce niños vacunados habían desarrollado comportamientos autistas e inflamación intestinal grave.
Lo que tenían en común, según el estudio, era que los niños tenían restos del virus del sarampión en el cuerpo.
El propio Wakefield reconocía que se trataba únicamente de una hipótesis: la vacuna podría causar problemas gastrointestinales, que llevaban a una inflamación en el cerebro y tal vez al autismo.
Esa sugerencia fue suficiente para que los índices de vacunación del MMR en Reino Unido empezaran a bajar y más tarde alrededor del mundo.
El relato de esa historia forma parte de un libro que acaba de ser publicado en Brasil, titulado Outra Sintonía, en el que los autores John Donvan y Caren Zucker, cuentan la historia del autismo en la sociedad.
Wakefield y los compañeros de ese estudio sugirieron la posibilidad de que hubiera un "vínculo causal" de esos problemas con la vacuna conocida como MMR, por las siglas en inglés de las enfermedades sarampión, paperas y rubeola, que había sido aplicada a 11 de los 12 niños estudiados.
El autismo no se vinculó con la MMR, sino con el timerosal, un componente antibacterial que está presente en algunas vacunas.
Fueron necesarios muchos años para que ambas teorías fueran desmontadas y para que el vínculo entre el autismo y las vacunas fuera descartado por la comunidad científica.
En 2004, el Instituto de la Medicina de EE.UU. concluyó que no había pruebas de que el autismo estuviera relacionado con el timerosal.
"Menos en Dinamarca, el timerosal había sido retirado de la composición de las vacunas en 1992, y sin embargo la prevalencia del autismo era más alta que nunca", escriben Donvan y Zucker en su libro.
Esa conclusión fue reforzada por un estudio en California: allí retiraron el timerosal de la composición de las vacunas a principios de la década del 2000, y entre entonces y 2007 la prevalencia de autismo aumentó.
Wakefield tenía conflicto de intereses
En cuanto a Wakefield, en 2004 se descubrió que antes de la publicación de su artículo en The Lancet, había pedido la patente para una vacuna contra el sarampión que competiría con la MMR, algo que se interpretó como un conflicto de intereses.
Pero las acusaciones contra el académico fueron aún mucho más allá: en el estudio original Wakefield decía que había vestigios del virus del sarampión en los 12 niños analizados.
Desde entonces, un médico que lo ayudó en esa investigación salió a decir públicamente que, en realidad, no se había encontrado el virus en uno de ellos, y que Wakefield había ignorado ese dato para no perjudicar el estudio.
En 2010 el Consejo General de Medicina de Reino Unido falló que Wakefield "no era apto para el ejercicio de la profesión", calificando su comportamiento como "irresponsable", "antiético" y "engañoso".
Por su parte la revista The Lancet se retractó del estudio publicado una década antes, diciendo que sus conclusiones eran "totalmente falsas".
Y la organización estadounidense Autism Speaks, dedicada al estudio y el debate sobre el autismo, decidió posicionarse a favor de la vacunación.
"Las vacunas no causan el autismo", escribió la entidad en su sitio web en 2015.
"Les pedimos encarecidamente que vacunen a todos los niños".