07/11/2025
Si tan solo supieran las mamis que esos comportamientos no son normales y si los estás haciendo hay que buscar ayudar profesional para poder ayudarte a criar de una manera efectiva, sana, en armonía y sobre todo con respeto!
😓💔 “Ella no era mi madre, era un monstruo.”
Crecí creyendo que tenía una mamá. Que las madres eran sinónimo de amor. Desde que tengo memoria, supe que algo estaba mal. Tenía cinco años cuando empezaron los g* lpes: con perchas, con zapatos, con las manos, con lo que encontrara. Pero el dolor físico no era lo peor. Lo peor era el miedo constante, el no saber cuándo vendría el próximo grito, la próxima noche sin dormir. Me hacía quedarme parada hasta el amanecer, sosteniendo una vela o un espiral para que no me durmiera mientras le leía la Biblia. Si cerraba los ojos, me q* emaba, me pellizcaba, me g* lpeaba. Y si lloraba, decía que era una desagradecida.
A veces am* nazaba con m* tarse. Se paraba en las vías del tren y gritaba que no podía más, que yo tendría la culpa de su m* erte. La arrastré fuera de esas vías muchas veces, siendo una nena de nueve años, temblando, rogando que no lo hiciera. En casa no se hablaba del amor: se hablaba del miedo, del castigo, del “si te vas, me m* to”. A los seis años ya pedía comida en la calle. A los nueve, me disfrazaba de hada y vendía flores en restaurantes para que ella pudiera comer… o dr* garse. Mientras los demás niños jugaban, yo caminaba por las mesas recitando poemas y sonriendo, aunque por dentro quería desaparecer. Ella decía que yo era “su orgullo”, que debía ser fuerte porque ella “estaba enferma”. Me convenció de que era mi deber mantenerla viva.
No tuve infancia, ni amigas, ni cumpleaños, ni escuela constante. Dormí en estaciones, en casas ocupadas, en hospitales psiquiátricos. Ella decía que “afuera todo era malo”, que nadie podía acercarse a mí. Y así me robó el mundo. A los dieciocho, un día me acusó de querer quitarle a su marido. Fue la última vez. La enfrenté, me gritó que me fuera y me fui. Me fui con una mochila y una vida rota, pero libre. Ese día entendí que no iba a m* rir por ella, que mi cuerpo y mi mente eran míos. La odié. La lloré. La perdoné a medias. No porque lo merezca, sino porque no quiero que me siga pudriendo por dentro.
Hoy la tengo lejos. Hay una orden que me protege, y esa distancia es lo que me permite respirar. No hablo con ella, no la visito, no la abrazo. Pero no quiero que viva su vejez como yo viví mi infancia. Le pago el alquiler, los servicios, la comida… no por amor, sino por humanidad. No puedo borrarla, pero sí puedo decidir cómo me relaciono con su sombra. Ese es mi modo de cerrar el ciclo, sin repetirlo.
Hoy soy madre, y cada vez que veo dormir a mis hijos, huelo sus sábanas limpias, los beso, los arropo y pienso: esto es el amor, esto es lo que a mí me robaron. Mi madre no fue una víctima. Fue mi verdugo. Fue la mujer que me g* lpeó, que me privó del sueño, que me hizo sentir culpable por existir. Pero yo sobreviví. Y cada flor que vendo, cada foto que tomo, cada abrazo que doy a mis hijos, es mi forma de decirle al mundo que se puede salir del in****no."
🖤🥲 Testimonio de Melody Olguín, sobre cómo el peor dolor no vino de la calle, sino del vientre que la trajo al mundo.