28/10/2025
“El silencio de tu padre…”
Pocas veces miramos a nuestros padres de verdad.
Los vemos trabajar, hablar poco, mantenerse firmes,
y creemos que son de hierro.
Pero si un día te detienes a observarlo en silencio…
vas a notar cosas que antes no veías.
Esa mirada cansada que esquiva la tuya para no preocuparte.
Esa forma en que respira profundo cuando cree que nadie lo nota.
Ese gesto de frotarse las manos, como quien busca fuerza donde ya no queda.
Papá no habla de lo que le pesa,
porque le enseñaron que ser hombre era aguantar.
Que los hombres no lloran, no se rinden, no se quejan.
Y por eso, lleva los miedos por dentro,
los dolores escondidos detrás de un “todo bien”.
Crecimos creyendo que mamá siente y papá resiste,
que mamá cuida y papá provee.
Y con eso, sin querer, les robamos el derecho a ser humanos.
A tener un mal día, a llorar, a quebrarse sin culpa.
Tu padre también se cansa del trabajo,
de las deudas, de sentirse el responsable de todo.
También extraña, también duda, también quiere un abrazo sin tener que pedirlo.
Pero nadie se lo da, porque todos creen que él puede con todo.
Y puede, sí.
Pero a costa de su silencio.
A costa de tragarse las lágrimas.
A costa de fingir que no pasa nada mientras carga el mundo entero.
Un día —cuando ya no esté—
vas a entender que ese silencio era amor en su forma más pura.
Que cada vez que te decía “tranquilo, todo va a estar bien”,
aunque no tuviera idea de cómo,
era su manera de sostenerte mientras se caía por dentro.
Así que si lo tienes cerca, no esperes al Día del Padre para decirle algo bonito.
Abrázalo.
Escúchalo sin juzgar.
Dile que lo ves, que lo admiras, que lo entiendes.
Porque un “gracias, papá” sincero vale más que cualquier regalo caro.
Y si ya no está…
entonces habla con él en silencio,
como él hablaba contigo cuando dormías.
Porque los padres nunca se van del todo:
solo cambian de lugar para seguir protegiéndote desde el cielo.