20/09/2025
El duelo una experiencia que se vive ante una pérdida, vivirlo nos permite asimilar la ausencia de algo o alguien y adaptarnos a una nueva realidad.
Este proceso psicológico al que nos enfrentamos tras las pérdidas, es algo que todos tarde o temprano, viviremos a lo largo de la vida.
Por definición, la pérdida o separación de una persona, objeto, rutina provoca un duelo, si bien la intensidad y las características de éste pueden variar en gran medida en función del grado de vinculación emocional, de circunstancias de la propia naturaleza de la pérdida y de la forma de ser y la historia previa de cada persona.
Aunque el duelo se asocia inmediatamente a la muerte, las pérdidas pueden ser muy diversas: rupturas de pareja, cambios de domicilio, cambios de estatus profesional, procesos de enfermedad o de merma funcional, entre otros.
Las fases del duelo
La psiquiatra suiza Elisabeth Kübler-Ross identificó cinco estadios que tienen lugar, en mayor o menor grado, siempre que sufrimos una pérdida, con el tiempo, se reconoció que el modelo original de cinco etapas de Elisabeth era solo una parte del duelo. Las etapas adicionales, como la conmoción, la culpa y la reconstrucción o restablecimiento, se añadieron para abarcar mejor los sentimientos y procesos que las personas experimentan tras una pérdida y comprender la complejidad de la experiencia del duelo.
Aunque pueden darse sucesivamente, no siempre tiene por qué ser así. Cada proceso, como cada persona, es único.
Negación
La negación es una reacción que se produce de forma muy habitual inmediatamente después de una pérdida. No es infrecuente que, cuando experimentamos una pérdida súbita, tengamos una sensación de irrealidad o de incredulidad que puede verse acompañada de una congelación de las emociones. Se puede manifestar con expresiones tales como: “aún no me creo que sea verdad”, “es como si estuviera viviendo una pesadilla” e incluso con actitudes de aparente “entereza emocional” o de actuar “como si no hubiera pasado nada”.
La negación puede ser más sutil y presentarse de un modo difuso o abstracto, restando importancia a la gravedad de la pérdida o no asumiendo que sea irreversible, cuando en muchos casos lo es.
Confusión
Se recrean mentalmente situaciones escenarios que puedo haber provocado la pérdida, buscando una lógica en el comportamiento que llevo a la situación actual.
Ira
A menudo, el primer contacto con las emociones tras la negación puede ser en forma de ira. Se activan sentimientos de frustración y de impotencia que pueden acabar en atribuir la responsabilidad de una pérdida irremediable a un tercero. En casos extremos, las personas no pueden ir elaborando el duelo porque quedan atrapadas en una reclamación continua que les impide despedirse adecuadamente del objeto amado.
Dolor y Culpa entran faces como:
Negociación
En la fase de negociación, se comienza a contactar con la realidad de la pérdida al tiempo que se empiezan a explorar qué cosas hacer para revertir la situación. Por ejemplo, cuando a alguien se le diagnostica una enfermedad terminal y comienza a explorar opciones de tratamiento pese a haber sido informado de que no hay cura posible, o quien cree que podrá recuperar una relación de pareja ya definitivamente rota si empieza a comportarse de otra manera.
Depresión y/o tristeza
A medida que avanza el proceso de duelo y se va asumiendo la realidad de la pérdida, se comienza a contactar con lo que implica emocionalmente la ausencia, lo que se manifiesta de diversos modos: pena, nostalgia, tendencia al aislamiento social y pérdida de interés por lo cotidiano. Aunque se denomina a esta fase “depresión”, sería más correcto denominarla “pena” o “tristeza”, perdiendo así la connotación de que se trata de algo patológico.
Tristeza
Puede no haber depresión y si el sentimiento de tristeza, al recordar lo que fue. De algún modo, sólo doliéndonos de la pérdida puede empezar el camino para seguir viviendo a pesar de ella.
Aceptación
Supone la llegada de un estado de calma asociado a la comprensión, no sólo racional sino también emocional, de que la muerte y otras pérdidas son fenómenos inherentes a la vida humana. Se podría aplicar la metáfora de una herida que acaba cicatrizando, lo que no implica dejar de recordar sino poder seguir viviendo con ello.
Reestablecimiento
Crear nuevas rutinas tras las nuevas conexiones neuronales que se hicieron tras la viviencia del duelo, ya que vivirlo provoca una reestructuración en el cerebro al alterando conexiones neuronales formadas en torno al vínculo ahora perdido. El evento de una pérdida puede llevar al fortalecimiento de circuitos de estrés crónico y afectar la memoria y la atención. Sin embargo, la neuroplasticidad permite que el cerebro cree nuevas conexiones para adaptarse a la pérdida, fomentando la formación de nuevas rutinas, el desarrollo de habilidades para el nuevo contexto y la búsqueda de significado, lo que es fundamental para el proceso de sanación y para integrar la pérdida en la vida.
Aunque el duelo es un proceso personal, también es importante su vertiente social. Todas las culturas han ido desarrollando formas de canalizar ese dolor a través de los lazos comunitarios (compartir el dolor con los otros) y con elaboraciones simbólicas que a menudo dan un sentido trascendente a la pérdida.
Cuándo pedir ayuda especializada
El duelo es parte de la vida y, por tanto, es importante no patologizarlo. No obstante, a veces puede acabar complicándose, de manera que la persona queda atrapada en ese dolor que le impide seguir adelante. Puede ocurrir de muchas formas: a) cuadros depresivos intensos o cronificados; b) conductas de huida de las emociones que el duelo genera a través del uso de alcohol u otras dr**as; c) reaparición en una pérdida presente de emociones y sentimientos de un duelo no resuelto en el pasado, y d) presencia de fantasías de reunirse con el ser querido buscando la muerte de forma pasiva o activa.
Cuando el duelo se complica, es importante pedir ayuda al entorno y, si es preciso, recabar la ayuda de los profesionales de salud mental.